sábado, 23 de septiembre de 2017

19 de septiembre de 2017.

Compasión”,“acercarse”, “restituir”. Durante la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta del 19 de septiembre, el Papa Francisco pidió al Señor “la gracia” de la compasión “ante tanta gente que sufre”, para que nos acerquemos y llevemos a estas personas “de la mano” al lugar de la “dignidad que Dios quiere para ellos”.
Inspirándose en el Evangelio de San Lucas, propuesto por la Liturgia del día, en el que se relata la resurrección del hijo de la viuda de Naín por obra de Jesús, el Pontífice explicó que en el Antiguo Testamento los “más pobres de los esclavos” eran precisamente las viudas, los huérfanos, los extranjeros, los forasteros. Y señaló que la invitación recurrente es la de“cuidar” de ellos, para hacer que “se inserten en la sociedad”. Y Jesús, que tiene la capacidad de “ver el detalle”, porque“mira el corazón”, tiene compasión:
“La compasión es un sentimiento que implica, es un sentimiento del corazón, de las entrañas, involucra todo. No es lo mismo que la “pena”, o… “¡qué pecado, pobre gente!”: no, no es lo mismo. La compasión compromete. Es “padecer con”. Esto es la compasión. El Señor se compromete con una viuda y con un huérfano… Pero dime, tú tienes a toda una muchedumbre aquí, ¿por qué no hablas a la gente? Deja… la vida es así… son tragedias que suceden, suceden… No. Para Él era más importante aquella viuda y aquel huérfano muerto, que la muchedumbre a la que le estaba hablando y que lo seguía. ¿Por qué? Porque su corazón, sus vísceras se implicaron. El Señor, con su compasión, se ha interesado en este caso. Tuvo compasión”.
La compasión, por lo tanto – observó el Santo Padre – impulsa “a acercarse”: se pueden ver tantas cosas, pero no acercarse a ellas:
“Acercarse y tocar la realidad. Tocar. No mirarla desde lejos. Tuvo compasión– primera palabra – se acercó – segunda palabra. Después hace el milagro y Jesús no dice: ‘Hasta la vista, yo prosigo el camino’: no. Toma al muchacho y ¿qué dice? ‘Lo devolvió a su madre’: restituir, la tercera palabra. Jesús hace milagros para devolver, para colocar en su propio lugar a las personas. Y es esto lo que ha hecho con la redención. Tuvo compasión – Dios tuvo compasión – se acercó a nosotros en su Hijo, y nos restituyó a todos nosotros la dignidad de hijos de Dios. Nos ha recreado a todos”.
La exhortación es a “hacer lo mismo”, seguir el ejemplo de Cristo, acercarse a los necesitados, no ayudarlos “desde lejos, porque hay quien está sucio, “no se ducha” o “huele mal”:
“Muchas veces miramos los telediarios o la primera página de los periódicos, las tragedias… pero mira, en aquel país los niños no tienen qué comer; en aquel país los niños son soldados; en aquel país las mujeres son esclavizadas; en aquel país… oh, ¡cuántas calamidades! Pobre gente… Giro la página y paso a la novela, a la telenovela que viene después. Y esto no es cristiano. Y la pregunta que yo haría ahora, mirándolos a todos, y también a mí mismo: “¿Soy capaz de tener compasión? ¿De rezar? Cuando veo estas cosas, que me las llevan a casa a través de los medios de comunicación… ¿mis entrañas se mueven? ¿Mi corazón padece con aquella gente, o siento pena, digo ‘pobre gente’, y así?… Y si no puedes tener compasión, pedir la gracia: ‘¡Señor, dame la gracia de la compasión’”!
Con la “oración de intercesión”, con nuestro “trabajo” de cristianos – dijo el Papa Francisco al concluir su reflexión – debemos ser capaces de ayudar a la gente que sufre, a fin de que “sea restituida a la sociedad”, a la “vida de la familia”, del trabajo; en suma: a la “vida cotidiana”.

Francisco 

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