¿Amo a mis enemigos? ¿Me alegro con sus alegrías? ¿Me entristecen sus problemas? ¿Me considero a mí mismo un necio, un indigno, uno que es el más pecador de todos?
Cuando el demonio introduzca en tu corazón el orgullo y la vanidad, y empiece a envanecer tu corazón, haciéndote creer que has cumplido con todos los mandamientos de Dios, detenlo y comienza a cuestionarte si es cierto o no lo que te induce aquel pensamiento.
Es decir, “tienta” a tu corazón, preguntándote: ¿Amo a mis enemigos? ¿Me alegro con sus alegrías? ¿Me entristecen sus problemas? ¿Me considero a mí mismo un necio, un indigno, uno que es el más pecador de todos?
Y aunque cumplieras con todo eso, aún así no tienes motivos para enaltecerte, porque un sólo pensamiento en ese sentido podría terminar disipando y destruyendo tus verdaderas acciones virtuosas.
(Traducido de: Cuvinte folositoare ale sfinților bătrâni fără de nume, Ed. Doxologia, Iași, 2009, p. 135)
fuente Doxologia
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