Me parece que esta es una extraordinaria descripción del infierno, también como conciencia trágica de la no-comunión, del encerrarse en uno mismo.
Hay un extraordinario apotegma atribuido a San Macario, en el cual uno de los condenados (al infierno) le relata al santo que su castigo consiste en el hecho de no poder ver jamás el rostro de los que le rodean, sino solamente la espalda. Le cuenta, además, que gracias a las oraciones de los fieles, algunas veces obtienen un pequeño consuelo, cuando logran entrever el rostro de otro.
Me parece que esta es una extraordinaria descripción del infierno, también como conciencia trágica de la no-comunión, del encerrarse en uno mismo. El condenado sufre lo indecible: fue creado para la comunión con Dios y con sus semejantes, pero, al mismo tiempo, su inalterable deseo de cerrarse en sí mismo termina privándole de ello.
¿No se parece esto al infierno que algunas veces vivimos ya en este mundo? Quienes viven en un grave estado de pecado se hallan ya en esas condiciones, aunque no sean conscientes de ello, porque en la vida terrenal hay un sinfín de diversiones y distracciones, como dice Pascal, que hacen que el pecador no se de cuenta del vacío en el que se hunde cada vez más y de su propio estado de desviación interior.
(Traducido de: Părintele Placide Deseille, Mărturia unui călugăr Ortodox, Ed. Doxologia, Iași, 2011, pp. 188-189)
fuente: Doxologia
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