domingo, 24 de septiembre de 2017

Evangelio según San Mateo 20,1-16a. 
Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'. Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'. El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos». 


RESONAR DE LA PALABRA

Fernando Torres cmf
El Dios sorprendente
A los lectores primerizos de la Biblia esta parábola les suele sorprender. No entienden como Jesús puede poner como ejemplo de comportamiento la injusticia patente en que incurre el propietario de la viña. Es una norma aceptada en nuestros días que el salario debe corresponder al trabajo realizado. Pero es que la parábola no habla de eso sino de Dios y de su modo de ser. Entonces, ¿es que Dios es injusto? ¿Es que no paga a cada uno según sus obras?

Hay unas palabras al final de la parábola que nos facilitan entender el sentido del conjunto. Son las que el dueño de la viña dirige a los trabajadores que protestan por haber recibido menos de lo esperado: “¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. De alguna manera son palabras que Dios nos dirige a cada uno de nosotros. Es una frase que va desde la inmensidad del ser de Dios a la pequeñez de nuestro ser criaturas, a nuestra miopía. Denuncia nuestro afán de manipular a Dios, de querer que Dios actúe y sea como nosotros pensamos que debe actuar y ser. ¿Cuántas veces en la historia no le hemos hecho a Dios bendecir guerras y venganzas?
Esta parábola insinúa que no tenemos mucha idea de cómo es Dios. Lo poco que sabemos de él es porque nos lo ha revelado Jesús. Y lo que Jesús nos dice es que es un Padre, o mejor un “papaíto” (eso es lo que significa “Abbá”). Que nos quiere y que nos mira siempre con ojos de cariño y misericordia. Más allá de eso sabemos muy poco o nada. Como dice la primera lectura, “como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros”. No hay forma de que podamos entender a Dios, introducirlo en nuestra mente y expresarlo en nuestras categorías y formas de hablar. Dios siempre nos sorprenderá con la infinitud de su amor. Por eso, Jesús no encontró modo mejor de hablar de él que usar estas historias. Así, por comparación, podríamos atisbar un poco lo que es Dios, el amor que nos tiene, su capacidad de acogida, su voluntad de darnos la vida plena. Por eso Pablo, que había abierto totalmente su corazón a Dios, pudo decir: “para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir”. Mejor es que no tratemos de manipular a Dios y que simplemente le aceptemos tal y como se nos reveló en Jesús.

 Para la reflexión
 ¿Cuántas veces hemos usado a Dios para justificar nuestras decisiones? ¿Y en la comunidad? Lo cierto es que sería mejor abrir bien los ojos a la sorpresa de Dios. Leyendo más la Biblia comprenderemos que sólo estaremos en onda con Dios cuando amemos, perdonemos y acojamos a nuestros hermanos como él lo hace. 
fuente del comentario CIUDAD REDONDA

No hay comentarios:

Publicar un comentario