Cuando la cera es de mala calidad, emana un olor desagradable. Lo mismo sucede con el pecador.
Debemos ver nuestra vida como si fuera una vela encendida. La cera es nuestra fe, nuestra esperanza la mecha, y la llama el amor que une todo. Cuando la cera es de mala calidad, emana un olor desagradable. Lo mismo sucede con el pecador. Dirigiendo nuestra atención a una candela que arde, notaremos que tenemos ante nosotros el principio, la continuación y el final de nuestra vida. Porque, de la misma forma en que la cera se va derritiendo, nuestra vida se extingue un poco con cada instante que pasa, acercándonos a nuestro final. Pensando en esto, conseguiremos evitar que nuestra mente se distraiga en la iglesia y se fortalecerá el fervor de nuestra oración y el anhelo de respetar los santos mandamientos, de tal suerte que nuestra vida empezará a parecerse a una candela de cera pura.
(Traducido de: Un serafim printe oameni, Sfântul Serafim de Sarov, Editura Egumeniţa, p. 77)
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