"Toda tormenta tiene una especie de ombligo
en medio, por el que puede volar la gaviota en silencio".
Poema japonés anónimo, siglo XIV
Una voz anónima nos ha dicho durante siglos que hay un pacífico y perdurable centro de paz en el corazón de toda batalla. Lo importante es saber llegar a él. Aquí se presenta, sin embargo, una interesante paradoja, porque la gaviota que vuela en medio de la tormenta no está todo el tiempo en el centro de paz, sino que vuela a través de él, aprovechando el instante de paz para renovar sus fuerzas. Al parecer nuestra misión sería sustraer la fortaleza necesaria de ese espacio eterno en el corazón de todo, sin negar la experiencia de la tormenta.
Con frecuencia somos arrojados a la tormenta, y entonces necesitamos encontrarle también su centro. Es en esa experiencia donde se crece nuestra humanidad. En el centro nos sentimos aliviados y fortalecidos porque experimentamos ese lugar espiritual que está conectado a la unidad del todo. Es ahí donde podemos extender nuestras alas para encontrar a ese Dios que mora en el corazón de toda realidad.
Pero luego de tomar aire y sentirnos reconfortados, tenemos que volver a la tormenta. No llegamos al centro sin atravesar la tormenta, y al mismo tiempo la tormenta solo es soportable cuando sabemos lo que la gaviota sabe: que para sobrevivir a ella tenemos que buscar el centro, y permanecer en él todo el tiempo que sea necesario.
Si estás ahora en medio de la tormenta, y de alguna manera lo estamos siempre, busca su centro y haz de ese lugar la fuente que sostiene tu combate cotidiano.
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