Cada vez que recibí el privilegio de conocer la voluntad de Dios, esto ocurrió al final de un período de extenuante paciencia.
No te apresures en hacer lo primero que te diga tu mente, sin paciencia y verificación. El impaciente se equivoca al precipitarse en sus acciones, y por eso es incapaz de conocer la voluntad divina. Esta es la razón por la cual jamás podrá encontrar paz ni sosiego. Luego, recordemos la importancia de la atención y la paciencia.
Cada vez que recibí el privilegio de conocer la voluntad de Dios, esto ocurrió al final de un período de extenuante paciencia. Y, otra vez, cada vez que la Gracia de Dios vino a consolarme, fue solamente cuando se terminaban ya mis insignificantes fuerzas y paciencia.
Muchas veces el hombre hace lo que cree que es correcto; se esfuerza, pero también espera y anhela saber si aquello es correspondiente con la voluntad divina... pero no recibe ninguna noticia. ¿Qué debe hacer? Persignarse y clamar, con atención y renunciando a su propia voluntad: “Señor, Tú lo sabes todo, Tú conoces todo... ¡No me dejes morir!”, esperando con paciencia la solución a aquella situación.
(Traducido de: Monahul Iosif Vatopedinul, Trăiri ale dumnezeiescului har. O epistolă din viața lui Gheron Iosif Isihastul,Ed. Sfântul Nectarie, Arad, 2008, pp. 52-53) - Fuente Doxologia
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