martes, 26 de septiembre de 2017

Sí, es posible soportar los insultos

Nosotros, los humanos, no nos conocemos bien a nosotros mismos... ¿cómo podríamos conocer, entonces, a nuestros semejantes?













Hay alguien que murmura en tu contra. Aunque no seas culpable de nada, estás obligado a soportar esas murmuraciones con grandeza espiritual. Y esa paciencia será tu canon (penitencia), una terapéutica sanción por las faltas que has cometido y de las cuales sí eres culpable. En consecuencia, las murmuraciones en contra tuya son como una forma velada de la misericordia de Dios...

Aunque no sea fácil, lo que tienes que hacer es reconciliarte con quienes murmuran contra ti. Nadie puede alcanzar la salvación si hay odio en su corazón. Por eso debemos reaccionar renunciando a nuestros sentimientos viciosos. Así es como desaparecen los problemas. ¿Notas cómo nuestras pasiones son el origen de nuestros sufrimientos? (...)

Yo sé cuánto se sufra por culpa de las difamaciones. Es como si alguien nos arrojara un puñado de barro... pero hay que pensar que se trata más bien de un barro terapéutico. ¡Paciencia! Tarde o temprano, esa tentación pasará. Y el Médico de almas te quitará el vendaje que tanto te molesta...

Recuerda que también nuestro Señor fue difamado: “Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores” (Mateo 11, 19), “Tiene un demonio y está loco” (Juan 10, 20). ¡Qué privilegio tan grande el poder compartir los sufrimientos de Cristo!

Entonces, toma tu cruz con humildad y sin lamentarte. ¡No seas débil de espíritu! Si tu conciencia no te condena, podrás alzar siempre, con valor, la mirada a Dios y permanecer dignamente ante Él. ¿Hay algo más grande que esto?

Vive y compórtate con naturalidad. No tomes en cuenta la forma en que te miren los demás. Sólo el juicio de Dios es primordial, porque no se equivoca. Nosotros, los humanos, no nos conocemos bien a nosotros mismos... ¿cómo podríamos conocer, entonces, a nuestros semejantes?

(Traducido de :Sf. Teofan Zăvorâtul, Călăuzire către viața duhovnicească, p. 19-20)
Fuente: Doxologia

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