lunes, 25 de septiembre de 2017

Meditación: Lucas 8, 16-18


La exhortación que hoy nos hace Jesús, referente a ser una luz para los demás, aparece en una de sus enseñanzas sobre las diversas formas de escuchar la Palabra de Dios, porque el Señor predicaba para todos y llamaba a judíos y gentiles a formar parte del Israel de Dios, sin exclusiones de ningún tipo, porque él vino a salvar a todo el género humano.

Al presentar la buena nueva, Lucas atribuye una importancia capital al tema de que la salvación es para todos. Es, por lo tanto, misión de todos propagar la noticia de la salvación en Cristo Jesús, cualquiera sea la condición de los que oigan. La luz que hemos recibido no es para nuestra iluminación exclusiva, sino para cumplir el mensaje profético de quien dijo: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8, 12). Jesús es, pues, la fuente suprema de toda luz; él expondrá a la luz todo lo que esté oculto y dará a conocer lo que se ha guardado en secreto. Por eso, el Señor jamás evadió el deber de anunciar su mensaje ni su misión de iluminar al mundo.

En otro nivel, el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, es la lámpara que ha de ayudar a los demás a ver la luz; la Iglesia debe iluminar el camino de los que desean conocer la verdad, conduciéndolos a Aquel que es la revelación del Padre. Nosotros somos la Iglesia y por eso, en otro nivel, cada uno tiene la responsabilidad personal de ser una lámpara que irradie la luz de Cristo ante el mundo. La luz debe ser compartida con todos, porque no es sólo para una pequeña secta o un grupo de personas.

Nadie, ningún cristiano, sea laico, sacerdote, diácono o religiosa, puede generar luz propia. Sólo debemos dejar que la luz de Cristo resplandezca a través nuestro, porque él es la verdadera luz que ilumina al mundo; él es la luz del Padre que alumbra a todos los que vienen al mundo, y a nosotros nos toca ser la lámpara o el candelero como instrumento que irradia la luz, a fin de que todos reciban la luz de Cristo.

La oscuridad evoca inseguridad y temor, y muchos pecados se cometen en las penumbras de la noche; en cambio la luz es fuente de vida, verdad y salud. Nosotros, los fieles de Cristo, somos hijos de la luz.
“Jesús, Señor nuestro, tú eres la luz que brilla en el mundo e ilumina la Iglesia. Ilumina también nuestra mente y corazón, para que disipes las tinieblas de pecado y nos conduzcas al Padre. ¡Tú eres verdaderamente la luz del mundo!”
Esdras 1, 1-6
Salmo 126(125), 1-6

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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