jueves, 28 de septiembre de 2017

Meditación: Lucas 9, 7-9


San Wenceslao, mártir, y San Lorenzo Ruiz y Compañeros, mártires

Los rumores iban y venían. ¿Quién era este predicador, Jesús de Nazaret? ¿Qué pretendía realmente? ¿Era Juan el Bautista o el profeta Elías que había vuelto a la vida, o nada más que un agitador de Galilea?

Para Herodes, la situación era desconcertante. Ya se había deshecho de Juan el Bautista, y al parecer la presencia de Jesús le punzaba la conciencia; tal vez quería conocerlo en persona para ver si realmente Dios o incluso Juan le hablaba a través de Jesús. De todos modos, Herodes tenía la vista nublada por la corrupción y la maldad y no podía ver a través de esa espesa niebla del pecado para llegar a la fe.

En realidad, todos queremos “ver” al Señor en lo profundo del corazón, pero a veces también tenemos la vista nublada por la falta de perdón, el resentimiento, los temores y la inseguridad, que nos mantienen en la penumbra. Pero nada nos encadena más que el pecado. Juan el Bautista había denunciado públicamente la vida pecaminosa de Herodes, porque éste vivía con Herodías, la esposa de su hermano. Herodes pudo haberse arrepentido y haber tratado de terminar aquella relación inmoral, pero en lugar de eso decidió silenciar la voz de Juan.

El Espíritu Santo puede disipar cualquier niebla que esté oscureciendo nuestra vista, y mediante el don del arrepentimiento, podemos cooperar con el Señor en esta obra. De hecho, adoptar la costumbre de hacerse un examen de conciencia y arrepentirse cada día es probablemente uno de los mejores modos de aclarar la vista.

En efecto, al final de la jornada piensa cómo fue tu día y pídele al Espíritu Santo que te ayude a recordar algo que tal vez hiciste, dijiste o pensaste que haya sido ofensivo o desagradable para el Señor. Luego, simplemente pídele perdón y ruégale que te ayude a ser mejor mañana. Termina dándole gracias por su misericordia y por renovar tu relación con él. Con el tiempo, tendrás la vista cada vez más clara para ver la realidad y la verdad, simplemente porque le estarás dando al Espíritu Santo la posibilidad de actuar en tu corazón.
“Ven, Espíritu Santo, y disipa todo aquello que haya en mi mente que no me deje ver con claridad. Concédeme un corazón arrepentido para que cada día me acerque más a Jesús, mi Señor y Salvador.”
Ageo 1, 1-8
Salmo 149, 1-6. 9

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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