Cada día necesita su reposo, su intimidad, su oración. Si no encontramos tiempo para estar con nosotros mismos, acabaremos por no ser nosotros mismos, y seremos arrastrados por el torrente de imitación, conformismo y rutina que empuja a la mayor parte de la humanidad hacia una existencia sin vitalidad y sin ilusión. Hay que saber cultivar los silencios del alma para devolverle a la vida su energía y su sentido. Hay que orar cada día para vivir plenamente cada día.
Vallés, Carlos G., Cuéntame cómo rezas, Ed. San Pablo, Bogota, 1998, p. 39.
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