Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: "Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: 'Déjale el sitio', y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: 'Amigo, acércate más', y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
RESONAR DE LA PALABRA
Ciudad Redonda
Queridos hermanos:
Hay personas que cuidan con mucho mimo su imagen pública. Y otros que posiblemente deberían cuidarla un poco más. Porque en nuestra sociedad, y en cualquier sociedad, la imagen que ofrecemos proporciona a los demás una primera idea sobre lo que somos, sobre nuestra valía y nuestras capacidades. El problema es cuando nos dedicamos a cuidar de tal modo esa imagen pública que se desvincula de la realidad de lo que somos. Al final, como en aquellos decorados que se utilizaban para rodar películas del oeste, todo es una pura fachada sin nada detrás.
Jesús se sienta a comer con los fariseos, un grupo que cuidaba mucho su imagen social. Querían ser fieles a la ley pero además querían que todos viesen que eran fieles. Lo suyo era hacer una cruzada pública de defensa de la ley, una presencia social. Quizá no querían ser honrados ni reconocidos socialmente por sí mismos pero sí por su defensa y cumplimiento hasta el último detalle de la ley. Me suena haber oído de algún cardenal romano, de vida muy humilde y sencilla en lo personal, que en sus apariciones sociales actuaba siempre con gran boato por la sencilla razón de que consideraba que era un príncipe de la Iglesia y a ella representaba ante la sociedad. O como esos políticos defensores de la moral que cuidan su imagen por encima de todo –aunque a veces su vida personal no va muy de acuerdo–.
Pero Jesús se sitúa en otra onda. Lo que importa es la realidad de la persona. Jesús no cuida la imagen y nos invita a no cuidarla. Se trata de hacer el bien y de que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Se trata de vivir de una forma sencilla y sin alardes porque el Reino es como la semilla de mostaza y como la levadura que se introduce en el pan y que no se ve pero es capaz de fermentar la masa. O como el hijo de Dios que renuncia a su ser Dios para hacerse uno de nosotros con todas las consecuencias. Porque Dios no se impone sino que abaja y se hermana. Como el santo que hoy celebramos. Ahí está la clave.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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