Jesus, el cordero inmolado
Todo lo que estamos viviendo en esta celebración nos habla fuertemente al corazón. Vimos que hasta la procesión de entrada fue hecha en silencio.Así que nosotros, sacerdotes, llegamos aquí, al altar, nos prostramos reconociendo a Jesús como el Cordero Inmolado. La inmolación del cordero sucedía para retirar toda la sangre del animal, o sea lo que el Señor hizo tiene una longitud infinita, pues murió por todos, como el Cordero, derramando toda su sangre.
La Sangre brotó de los poros de Jesús y se derramó por el suelo, fue una barbaridad. Cuando fue flagelado, pedazos de Su carne se esparcieron por el aire, su Sangre cayó por su cuerpo. Aún así, derramó hasta la última gota de su Sangre en la Cruz. Jesús es el Cordero de Dios.
Sabiendo que fue glorificado, aceptó pasar por todo eso. Este es el momento de entregarnos a Jesús, a pesar de que muchas veces ya lo hagamos hecho, tenemos la oportunidad de hacerlo de todo corazón, como si fuese la última vez. Entonces, debemos decir: “Heme aquí, Señor. Me entrego a ti, pues te pertenezco totalmente, sin reservas. Eres mi Señor, necesito de tí, de tu Sangre, necesito de tu Salvación.Tu eres el Señor y yo soy tu siervo”. Amados hermanos, fue eso lo que el Señor hizo por nosotros, se entregó totalmente.
El silencio, que hizo parte de esta celebración, es esencial pues dice lo que sucedió realmente como profetizó el profeta Isaías, como dice la Palabra: “Mi siervo prosperará, crecerá y será exaltado”. ¡Esto es maravilloso!. La profecía se cumple y la victoria sucede.
Mis hermanos, lo que sucedió con Jesús no es cualquier cosa, apesar de haber sido anunciado más de quinientos años antes, Jesús tan desfigurado y tan herido que perdió la apariencia humana. “El no tenia la gracia que atrae, era el hombre doloroso”. Agradezca al Señor: “Gracias Señor, Fue por mi que moriste, Hombre doloroso”.
Jesus fue experimentado en el sufrimiento y aguantó firme todo dolor. Fue inaudito lo que sucedió con El pues aguantó todo por amor a nosotros.
“Fue gracias a sus llagas que fuimos curados y salvos”, esto es motivo de alegría, porque solamente el Señor tiene un amor pleno por cada miembro de la humanidad, por eso sólo quien no quiera salvarse no lo será. El Señor fue como una oveja al matadero y en ningún momento abrió la boca.
En el Salmo de la meditación cantamos varias veces: ” Oh Padre, en tus manos entrego mi Espíritu”. Fue eso lo que Jesús dijo en su última hora pues al decirlo, entregó su Espíritu. Los exegetas nos dan dos definiciones de eso, la primera es la entrega de Su espíritu al Padre, muriendo por nuestros pecados; la segunda es la entrega del Espíritu Santo, ahi en el madero de la cruz, sucedió el Pentecostés de la Cruz.
En la segunda lectura vemos la Suma Majestad de Jesús que fue exaltado por Su obediencia al Padre. Fue capaz de compadecerse de nuestras debilidades, entonces acerquémonos a nuestro auxilio oportuno. Cerca de El tendremos contacto con la Divina Misericordia.
Jesus está en los cielos, donde nunca morirá, vive para siempre. Don Bosco, mi fundador, en una visión vio las llagas de Jesus en las cuales fueron colocadas piedras preciosas, o sea, es así, mis hermanos que Jesus está hoy. Ya podemos acercarnos a esa gracia para que consigamos misericordia y alcancemos la gracia de un auxilio oportuno.
En el pasaje de la Carta a los Hebreos está escrito que Jesus, siendo Hijo de Dios, aprendió a ser obediente y en la consumación de su vida se volvió ejemplo de obediencia para todos los que Lo conocen. Jesús vino al mundo para obedecer, lo hizo al extremo, hasta llegar a ser crucificado.
La salvación de Jesús es universal, quien quiera salvarse debe buscar la santidad cada día. Pidamos al Señor la gracia de la obediencia, su Palabra es clara: Danos Señor la gracia de la verdadera obediencia. Si el Señor obedeció hasta el fin, quien somos nosotros para no obedecer. ¡Aquí estamos, te pertenecemos Señor!
Monseñor Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
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