La juventud es la fase en que más sufrimos los ataques del enemigo de Dios, cuando enfrentamos las batallas más grandes y tenemos los sentimientos a flor de piel. Es una guerra en la cual nos herimos y muchas veces terminamos, mutilados. Es dificil ir a la guerra pero no ir significa no conocer el sabor de la victoria.
Quien no lucha no tiene muchos problemas ni dificultades, pero tampoco alcanza la victoria. Es así que sucede con alguien que está en pecado: como un puerco, se lame todo y se mezcla tanto en el lodo que no quiere más salir de el. Aún después de limpio, el puerco vuelve al lodo. Quien no lucha contra el pecado se vuelve semejante a ese animal, acostumbrado a la vida del chiquero. Muchas veces permaneceremos en el pecado y en sus consecuencias porque no luchamos.
Hay una historia sobre un hombre y su baúl lleno de tesoros, los cuales el coleccionaba y comercilizaba. Además del baul, poseía tejidos, alfombras, tierras, ganados, caballos, casas. En fin, era muy rico. Viajaba mucho y siempre compraba algo que no tenía. Así fue juntanto tesoros hasta que un día, en uno de los viajes, se deparó con un perla negra y se encantó. ¡era única en el mundo!
En ninguno de los lugares por donde había pasado había visto aquel tesoro. Quiso poseerla y fue hasta el dueño de la perla. Por el hecho de no haber nada parecido en el mundo entero, el propietario tenía todo el derecho de pedir el valor que quisiera, y fue lo que sucedió. Pidió un precio tan alto que era casi imposible que alguien tenga todo ese dinero. Al comerciante le pareció un precio desorbitante pero como buen negociante hizo el cálculo de todos sus bienes, incluyendo hasta la ropa que llevaba puesta y vio que tenia el dinero suficiente para compararla. Volvió a su casa, juntó todo, vendió, compró la perla y salió vestido con lo mínimo necesario. Nada costaba más que su perla y él era feliz. Había encontrado lo que siempre buscó. Aquel hombre acumuló riquezas por toda la vida, pensando que con ellas sería feliz, hasta que encontró la perla. Y cuando la encontró, tuvo que deshacerse de todo para comprarla.
Nuestra situación es parecida: no tenemos carneros, tesoros, cuentas bancarias “gordas”, muchos no tienen ni carro ni tarjeta de crédito. Pero a lo largo de la vida, adquirimos falsos tesoros como el pecado, por ejemplo. El nos imposibilitó de buscar el tesoro de la felicidad y de paz, que es el mismo Dios. Jesús es la paz en la agitación de la vida, la alegría verdadera y plena.
Muchas personas buscan ese tesoro en lugares inapropiados y no lo encuentran. Sabemos que Cristo está en todas las personas, pero no en todas las situaciones. Existen situaciones en que solo el diablo puede estar. Es ahi justamente que, a lo largo de la vida, buscamos la felicidad: en una zona de prostitución, en una tienda cara gastando más de lo que podemos. Buscamos la felicidad en la violencia, en la locura, en la moda, en la novela, en la traición, en situaciones en que Dios no está y acumulamos miserias en nuestro interior.
Hoy, ¡alegremonos, pues nuestra búsqueda acabó!. Hasta las cosas que tenemos de material, adquirido con mucho costo y trabajo, pasa a tener más valor, mas sentido y más gusto, porque encontramos el gran Tesoro que es el mismo Dios.
Padre Jonas Abib (Libro: Semillas de una nueva Generación)
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
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