viernes, 2 de mayo de 2014

¿De dónde proviene mi carencia?

¿Ya escuchaste hablar de la afectividad?

Es una palabra aparentemente “común” en estos tiempos donde tenemos tantos medio tecnológicos para salir en busca de personas. ¡Cuidado con este marketing superficial!
Afectividad no es una palabra suelta, forma parte de nuestro ser y es fundamental para que lleguemos al equilibrio en nuestras relaciones y no vivir por ahí, carentes y aprisionados.

Bien cercana a la emoción, la afectividad puede determinar nuestra forma de ver el mundo, también nuestra postura dentro del mismo. Todos los hechos, los acontecimientos que ocurrieron en la vida de una persona traen recuerdos y experiencias a lo largo de su historia. Siendo así, la presencia o ausencia de afecto determinará la forma en que hemos de desarrollarnos. Determina también la autoestima a partir de la infancia, pues cuando el niño recibe afecto por parte de los demás, consigue crecer y desarrollarse con seguridad. Es en el amor puro y desinteresado que encontramos el secreto de la transformación.

En una relación verdadera, ya sea del inicio de un enamoramiento, de noviazgo o de casamiento, uno envuelve al otro en el amor y ¡esto cambia, corrige, madura, hace crecer, transforma, convierte, consigue verdaderos milagros! Es el enamorarse lo que se traducirá en gestos de complicidad en la cotidianeidad. Sea priorizando un diálogo que debía realizarse hace tiempo, o en la ayuda para cargar las bolsas que son tan pesadas cuando estamos solos … En fin, gestos, aunque exijan renuncias de nuestra parte y nos desinstalen de nuestro propio comodismo.

Puede que estés pensando: “¿Cuál es el vínculo entre afectividad y enamoramiento?”
¡Uno muy grande! Pues el amor que nos sana, que nos hace libres, es el amor con el cual amamos al otro en actitud de continua donación y acogida.
¡Este amor sí es para siempre!

Con cariño y oraciones,
Thiago Tomé y Edilaine Guimarães
Comunidad Canción Nueva

fuente portal Canción Nueva

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