No existe otra manera de formar evangelizadores como Jesús
a no ser por la escuela de la vida: orando al Señor,
oyéndole, creciendo con Él.
El Señor nos educa en las cosas de la vida, en las dificultades y en las relaciones,
delante de las cuales, muchas veces, nos agarramos con el corazón afligido. Dios nos enseña por medio del perdón a ser dado o pedido, en la reconciliación a ser hecha.
De ese modo se forma nuestro corazón y el corazón del evangelizador,
que evangeliza a partir de la propia experiencia.
El evangelizas es continuamente transformado por el Señor, y no es perfecto.
El no se pone solamente en actitud de maestro, que siempre porta la Biblia y cachetea la cabeza de los otros, hablando como si fuese "el maestro", como si ya conociese todas las cosas, juzgando que todos los otros necesitan convertirse porque son pecadores. No es nada de eso. El formador toma todas las cosas, comunes y rutinarias, para guardarlas y meditarlas en su corazón.
Todo eso sucede en la casa, en el corazón de María. Ella fue la formadora de Jesús y es la primera formadora de los evangelizadores. Probablemente, nuestros hermanos, aún más en los tiempos de hoy, no tendrán otro Evangelio para leer a no ser nuestras propias vidas. María ha sido la Madre y Maestra, la educadora de cada uno de nosotros y, cuando más nos dejamos modelar, más ella hará esa obra linda, casera, doméstica en nosotros, porque fue formada en su casa y en la oficina de José.
Tu hermano,
Mons. Jonas Abib
Fundador Comunidad Canção Nova
Adaptación del original en português.
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