Fuente: Ciudad Redonda
La fe no es algo que se pueda conseguir con facilidad. No es algo que se fije en tu vida como un hecho consumado. La fe funciona de esta manera: algunos días caminas sobre las aguas y otros días te hundes como una piedra. La fe invariablemente te abre el camino a la duda antes de que recobres tu confianza, y entonces se pierde de nuevo.
Esto lo vemos ilustrado gráficamente en la famosa historia que cuentan los evangelios sobre Pedro caminando sobre las aguas. El relato corre de la siguiente manera: Los discípulos acaban de ser testigos del gran milagro de Jesús dando de comer a más de 5000 personas con cinco panes y dos peces. Justo después del milagro su fe estaba fuerte. Pronto, después de eso, se montan en una barca para cruzar el lago. Jesús no va con ellos. A pocas millas de la costa se meten en una fuerte tormenta y comienza el pánico. Jesus se acerca a ellos caminando sobre las aguas. Al principio están atemorizados y le toman por un fantasma. Pero él calma su miedo diciéndoles, justo desde el centro de la tormenta, que él no es sólo Jesús sino que es la verdadera presencia de Dios.
Inmediatamente la fe de Pedro se viene arriba y pide a Jesús que le permita caminar sobre las aguas. Jesús le invita a hacerlo de manera que Pedro sale de la barca con confianza y comienza a caminar sobre las aguas. Pero entonces, se da cuenta de lo que estaba haciendo y lo antinatural del acto e inmediatamente se hunde como una piedra, suplica ayuda, y Jesus lo coge y rescata del ahogamiento.
Lo que vemos aquí ilustrado son dos cosas que descansan en el corazón de nuestra experiencia, o sea, que la fe (literalmente) tiene subidas y bajadas y se muestra mejor cuando no la confundimos con nuestras potencialidades.
La fe tiene subidas y bajadas: vemos esto, casi pictóricamente ilustrado, en el suceso de Pedro caminando sobre el agua. Inicialmente su fe es fuerte y confiadamente salta al agua y comienza a andar. Pero, casi inmediatamente de realizar esto comienza a hundirse. Nuestra fe trabaja exactamente como se muestra aquí, en ocasiones nos permite caminar sobre las aguas y otras veces nos hundimos como piedras. La imagen evangélica de Pedro caminando sobre el mar se explica por sí misma.
De cualquier manera, si nos sentimos desalentados porque nuestra fe vacila de esta manera, podemos consolarnos con las palabras de Julian de Norwich. Describiendo una de sus visiones escribe: “Después de que Él (Jesús) me mostró el más excelente placer en mi alma: Yo estaba completamente llena de eterna certeza sin ningún doloroso miedo. Este sentimiento fue tan gozoso y tan espiritual que estaba totalmente en paz y calma y no había nada en la tierra que pudiera apenarne. Esto duró apenas un minuto y se cambió dejándome en tal tristeza y cansancio de mi vida, y molesta con mi misma que apenas tenía paciencia para vivir. … Y inmediatamente después de esto, nuestro bendito Señor me dio de nuevo consuelo y descanso en mi alma, una alegría y seguridad tan deliciosa y tan poderosa que no había rastro de miedo, dolor, dolor corporal que pudiera sufrir que me pudiera angustiar. Y entonces el dolor se asomó de nuevo a mis sentimientos, y después la alegría y el deleite, y ahora lo uno y ahora lo otro, varias veces.” (Showings 15)
Julian de Norwich fue una renombrada mística con una fe excepcional y, aún, como Pedro, ella también vacilaba entre el caminar sobre las aguas y hundirse como una piedra. Sus sentimientos de confianza venían, pero también se iban.
También, la fe trabaja mejor cuando no la confundimos con nuestros esfuerzos. Por ejemplo, Donald Nichol, en su libro, Santidad, comparte una narración de un misionero británico trabajando en África. En un cierto momento, al comienzo de su estancia allí, el misionero fue llamado para mediar en una disputa entre dos tribus. No tenían preparación para ello, fue ingenuo y totalmente fuera de su campo. Pero puso fe en la tarea y sorprendentemente, las dos tribus se reconciliaron. Después, impulsado por su éxito como mediador comenzó a presentarse a sí mismo como un árbitro en las disputas. Pero ahora, sus esfuerzos sus esfuerzos eran inútiles. Aquí está la ironía: cuando no sabía lo que estaba haciendo, por la sola confianza en Dios, fue capaz de caminar sobre las aguas; y tan pronto como comenzó a involucrarse en el proceso, se hundió como una piedra. La fe funciona así: No podemos caminar sobre las aguas a menos que no pensemos que lo hacemos por nuestras propias fuerzas.
La mestiza Sufí, Rumi, escribió una vez que vivimos con un profundo secreto que algunas veces reconocemos, y otras no, y a continuación lo volvemos a reconocer. La fe trabaja así, algunos días caminamos sobre las aguas, otros días nos hundimos como una piedra, y a continuación volvemos a caminar de nuevo.
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