Que la Misericordia de Dios nos sane la ceguera espiritual
Homilía 25 de Agosto del 2014
Que la misericordia de Jesús nos cure de la ceguera espiritual, la cual nos mantiene ajenos a las verdades profundas y solo nos deja ver lo que queremos.
“¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos hipócritas! Ustedes cierran el Reino de los cielos a los hombres. Ustedes, sin embargo no entran ni dejan entrar a quienes lo desean” (Mateo 23, 13-14).
Jesús, Maestro y Señor de la bondad y de la misericordia trató de modo tan afable y tierno a los enfermos, los pecadores y al peor de los pecadores. Todos fueron acogidos con mucho amor y con mucha ternura por el corazón del Maestro Jesús.
Y cuando Jesús dice: “Ay”, quiere decir que duele o que a de doler mucho entonces la exclamación de Jesús se vuelve con mucha firmeza y dureza contra los fariseos y los doctores de la Ley. Muchas veces estos se comportan como los grandes conocedores de la Ley Divina, de la Palabra de Dios, juzgan, condenan a los otros y ponen dificultades para que las personas puedan vivir la Ley de Dios. Están más preocupados con la letra y con la ley que con el espíritu de la ley y el espíritu de la letra. Se preocupan más con los preceptos humanos que con la santificación divina, sobretodo porque muchas veces su comportamiento no corresponde a lo que predican, enseñan y principalmente, a lo que exige de los otros. Jesús los reprende diciendoles: “¡Guías ciegos!” (Mt 23, 16)
Permítame decirle: no hay peor cosa para quien es guía, maestro, padre o madre, jefe o líder, que estar ciego. Porque la primera cosa que la ceguera hace es no dejarnos vernos a nosotros mismos ni las realidades tal cual ellas son. No me refiero a una ceguera física sino a la terrible ceguera espiritual, psicológica, la ceguera que nos mantiene ajenos a las verdades profundas y que solo permite que veamos aquello que queremos. ¡Cómo es duro estar ciego! El ciego conduce a otros y muchas veces los conduce hacia el error, enseñándoles a errar y así llevan su vida por caminos equivocados.
Hoy queremos clamar la misericordia del corazón de Jesús; primero le pedimos que nos libere del espíritu de fariseísmo y de la hipocresía que muchas veces nos hace ser demasiado duros con los otros, reparamos y miramos la vida de los otros pero no somos capaces de ver nuestra propia vida, ver nuestros errores, nuestros límites. Y encima de todo no sabemos tener una mirada de misericordia con los otros, somos demasiado severos en lo que exigimos de los otros.
Quien es muy duro con los otros en realidad no logra ser auténtico consigo mismo. Mientras que quien vive una vida auténtica conoce sus miserias. No es que sea complaciente y permisivo con el error de los otros, sino que así como conoce la misericordia de Dios que lo conduce a pesar de sus miserias, sabe también tener misericordia con los límites del otro.
¡Dios te bendiga!
Padre Roger Araujo
Comunidad Canción Nueva
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