La Virgen de las Lágrimas
La devoción de la “Virgen de las Lágrimas” nació en el año de 1953, en la ciudad de Siracusa – Italia, en una humilde familia que tenía una imagen de yeso del Corazón Inmaculado de María, ésta imagen durante cuatro días derramó lágrimas de “dolor” y “esperanza” por el mundo, como resaltó San Juan Pablo II.
Estudios médicos comprobaron que las lágrimas eran humanas, los obispos de la ciudad autentificaron los hechos y finalmente el Papa Pío XII en el mismo año reconoció la autenticidad de este acontecimiento.
Al respecto, San Juan Pablo II en el año de 1994 durante su mensaje en el Santuario de la Virgen de las lágrimas, recordó que en los Evangelios se narra diferentes situaciones en que Jesús lloró o sintió tristeza, sin embargo:
”Los relatos evangélicos no recuerdan nunca el llanto de la Virgen. No escuchamos su llanto ni en la noche de Belén, cuando le llegó el tiempo de dar a luz al Hijo de Dios,ni tampoco en el Gólgota, cuando estaba al pie de la cruz. Ni siquiera podemos conocer sus lágrimas de alegría, cuando Cristo resucitó (…)Las lágrimas de la Virgen pertenecen al orden de los signos; testimonian la presencia de la Madre Iglesia en el mundo. Una madre llora cuando ve a sus hijos amenazados por algún mal, espiritual o físico. María llora participando en el llanto de Cristo por Jerusalén, junto al sepulcro de Lázaro y, por último, en el camino de la cruz.”
“Son lágrimas de dolor por cuantos rechazan el amor de Dios, por las familias separadas o que tienen dificultades, por la juventud amenazada por la civilización de consumo y a menudo desorientada, por la violencia que provoca aún tanto derramamiento de sangre, y por las incomprensiones y los odios que abren abismos profundos entre los hombres y los pueblo.“
En este día de advocación a la Virgen de las Lágrimas, te invitamos a repetir la oración que San Juan Pablo II rezó frente a la imagen:
“Virgen de las Lágrimas, mira con bondad materna el dolor del mundo. Enjuga las lágrimas de los que sufren, de los abandonados, de los desesperados y de las víctimas de toda violencia. “Alcánzanos a todos lágrimas de arrepentimiento y vida nueva, que abran los corazones al don regenerador del amor de Dios. Alcánzanos a todos lágrimas de alegría, después de haber visto la profunda ternura de tu corazón”.
¡Dios te bendiga!
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