Angel Moreno - Martes, 24 de febrero de 2015
I Miércoles de Cuaresma
(Jon 3, 1-10; Sal 50; Lc 11, 29-32)
Conversión
Si hay una llamada de la Iglesia en Cuaresma a través de los pasajes bíblicos seleccionados para la Liturgia de la Palabra de cada día, es, sin duda, la invitación permanente a convertirnos.
Hoy, de manera plástica, escenificada y pedagógica se nos ofrecen textos en los que concurren a la vez la llamada a la conversión y dos actitudes posibles: la de quienes acogen la predicación, como fue en el caso de Nínive -“Llegó el mensaje al rey de Nínive; se levantó del trono, dejó el manto, se cubrió de saco” (Jon 3,6) – y la actitud refractaria de los contemporáneos de Jesús: “Ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás” (Lc 11, 32).
La indicación que recibe Jonás: -«Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.» Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor (Jn 3, 2-3), y el gesto del rey: “Se levantó del trono, dejó el manto”-, contienen simbólicamente la mejor respuesta a la Palabra.
El salmista nos señala la contestación adecuada: “Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias” (Sal 50, 19).
Santa Teresa
Si la contemplación de las escenas bíblicas es un estímulo para levantarse en actitud de querer seguir la voluntad de Dios, en Santa Teresa encontramos el testimonio de cómo ella misma se llamaba a la virtud con el recuerdo del ejemplo de los que se convirtieron y fueron fieles.
De manera particular, los ejemplos de San Pablo y de Santa María Magdalena la impresionaron mucho y los invocaba en sus enseñanzas. “Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a sus pies, pareciéndome no eran de desechar mis lágrimas” (Vida 9, 2).
En varios escritos, se hace eco de la fecha de la conversión de San Pablo, que le invita a esforzarse aún más, como sucedió en la fundación de Burgos. “Con este mal camino llegamos a Burgos por harta agua que hay antes de entrar en él. Quiso nuestro padre fuésemos lo primero a ver el santo Crucifijo, para encomendarle el negocio y porque anocheciese, que era temprano cuando llegamos, que era un viernes, un día después de la conversión de San Pablo, 26 días de enero” (Fundaciones 31, 18).
Dios atrae de muchas maneras hacia Sí, y no hay circunstancia que sea impedimento para que Él pueda convertir el corazón de una persona. “El Señor la junta consigo; mas es haciéndola ciega y muda, como lo quedó San Pablo en su conversión, y quitándola el sentir cómo o de qué manera es aquella merced que goza; porque el gran deleite que entonces siente el alma, es de verse cerca de Dios. Mas cuando la junta consigo, ninguna cosa entiende, que las potencias todas se pierden” (Moradas VII, 1, 5).
publicado originalmente en Ciudad Redonda.
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