Santiago dice que la paciencia nos lleva a la perfección, la meta de nuestra vida cristiana. “Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada” (Santiago 1,4). Él llega a decir que es una “alegría” pasar por diversas pruebas, ya que ellas producen en nosotros la paciencia (Santiago 1,2). Es impresionante esa “alegría”. Los santos dicen que hay dos tipos de martirio: de la muerte por la espada; y el de la muerte lenta, también por amor a Dios, por la paciencia.
No existe barrera espiritual que no caiga por la fuerza de la paciencia, que es fruto de la fe y del abandono de la vida en Dios. Fue por la paciencia que Abrahan esperó su Isaac, 25 años después de la promesa de Dios. Fue por la paciencia que Job venció las probaciones y agradó a Dios. Fue por la paciencia que la Iglesia venció todos sus enemigos hasta hoy: el imperio romano, las herejías, las persecuciones, el comunismo, el ateísmo, los pecados de sus hijos. Sin paciencia no es posible el crecimiento humano y espiritual.
Cuando nuestros pecados y debilidades nos asustan y nos desaniman, debemos tener paciencia con nosotros y aceptar nuestra dura realidad. Así los santos llegaron a la santidad. Cuando es difícil caminar deprisa, entonces es necesario tener paciencia y aceptar caminar lentamente. José y María salvaron al Niño de las manos de Herodes, caminando paso a paso hasta Egipto. La prisa es enemiga de la perfección.
Cuando el trabajo de cada día se convierte monótono y cansado, es necesario hacerlo con paciencia, ofreciendo cada gota de sudor a Dios. Cuando la oración se convierte difícil, es necesario tener paciencia, dejando que ella aumente nuestra virtud. Cuando el obstáculo supera nuestras posibilidades, es necesario saber esperar a que las circunstancias cambien, que la gracia de Dios actúe, y todo suceda. Santa Teresa de Ávila, doctora de la Iglesia, nos enseña: “Nada te perturbe; nada te espante. Todo pasa. Solo Dios no cambia; la paciencia todo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta: ¡Solo Dios Basta!”.
Cuando el sufrimiento se hace presente, es necesario no desesperarse, y hacer como los pájaros que refugiados en el nido, esperan que la tempestad pase.. ¡El remedio es la paciencia!
“El sufrimiento aceptado con paciencia es el más rápido camino de la santificación”, nos asegura San Francisco de Sales, con su autoridad de doctor de la Iglesia. Fue el santo de la paciencia; nada tomo su sonriso de sus labios.
María, nuestra Madre, es la mujer de la paciencia. Siempre supo esperar a que el designo de Dios se cumpla, sin agobiarse, sin gritar, sin reclamar. La paciencia es amiga del silencio y de la fe.
“Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia. Unete al Señor y no se separes, para que al final de tus días seas enaltecido” (Ecle 2, 1-3).
Dios usa la naturaleza para hacernos pacientes, ya que esta lección es fundamental para nuestra salvación. Para que todos incansablemente aprendan esta lección, Dios lo ha puesto como base de la creación. Tu siembras el grano de maíz y tienes que esperar pacientemente seis meses para recoger la espiga. Primero el grano germina; genera la planta que crece y se fortalece poco a poco, sin cesar y sin correr en silencio. Se adapta al suelo, al clima, al tiempo. Después vienen las flores y finalmente el fruto.
Toda la naturaleza nos da esta lección: crecer lentamente, sin parar, con paciencia y en silencio. Nosotros fuimos una única célula en el vientre caluroso de la madre, ella se divide en dos…. en millones, a los pocos, lentamente. Y así Dios nos ha tejido en el seno materno, como mujer va tejiendo una blusa, punto por punto, sin parar, sin correr. ¡Que lección de vida!
Y Dios nos habla por el espejo de la naturaleza. Feliz quien sabe contemplarlo y aprender sus bellas lecciones. Todo lo que hacemos sin paciencia y sin contar con la naturaleza, ella misma se compromete a destruir. Dios entrelaza nuestra vida con la paciencia que la naturaleza nos enseña sin cesar.
Profesor Felipe Aquino
Master y Doctor en Ingeniería Mecánica. Recibió el título de Caballero de la Orden de San Gregorio Magno por el Papa Benedicto XVI, es autor de varios libros y presentador de programas de televisión y radio de la comunidad Canción Nueva
fuente Portal Canción Nueva
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