jueves, 19 de marzo de 2015

CON AFECTO Y TERNURA - Don de lágrimas



CON AFECTO Y TERNURA
(Don de lágrimas - Parte XX)

Nuestra sanación interior es tan importante que llevó a San Agustín a afirmar que el hombre no se mueve por los pies sino por los afectos. Hasta los propios pies se mueven por los afectos. Sé que son muchos los que buscan la sanación y liberación. La buscan porque están necesitados. Es para esas personas que quiero gritar una novedad, es una feliz noticia; hay en la Iglesia un don de sanación y purificación!

Son aguas restauradoras, lágrimas de penitencia que por la fuerza del Espíritu sanan las almas angustiadas, los ánimos abatidos por el pecado, que disuelven el corazón de piedra.

¡Que se arrimen! Acérquense todos y llenen su vasos, baldes y vasijas. Tomen y reciban de gracia del Agua de la Vida. Carguen consigo esa agua bendita, esa fuente de todo bien y de toda sanación que viene a ustedes a través de la compunción, de la palabra de Dios, de los sacramentos, de la oración. Abran la boca y el corazón para beber largamente del Espíritu de Dios. ¡Que gran gracia del Cielo es tener el corazón curado y todos nuestros afectos y sentimientos sanos!

La sanación del alma es parecida con la del cuerpo, dice San Francisco de Sales. Es lenta, va progresando gradualmente, de a poco, costosamente y a intervalos; su paso es lento pero mucho más seguro.

Me gustaría revelar un secreto de la oración. Se llama “afección”. Es importante rezar con afecto. Más vale una oración corta y llena de amor por Dios que una oración larga y vacía de ternura, o llena de segundas intenciones.

Se cuenta que los monjes de Egipto hacían frecuentes oraciones, pero muy cortas, como si fuesen disparos por sorpresa, para que el deseo del corazón no se disipase o enflaqueciese por la demora en volver a la oración. Enseñaban que la oración, como el fuego, necesita ser alimentada y, si ella se incendia, no debe ser cortada de una vez para que se mantenga el deseo.

Rezar bien no es rezar con muchas palabras.

Rezar bien es rezar con amor y afección por Dios y por las personas. Jesús enseñó al respecto de la oración que no se debe multiplicar las palabras sino más bien intensificar el deseo y la confianza.

Solamente quien, de verdad, sabe lo que quiere es que suplicará con insistencia y golpeará la puerta del corazón del Padre de los cielos. ¿Cómo es que se golpea esa puerta? Se golpea con un clamor constante, insistente, lleno de fe. San Agustín explica que, en esa cuestión se trata más de gemidos que de palabras, más de llorar que de hablar. Porque Dios recoge todas nuestras lágrimas (Salmo 55,9), y delante de él nuestro gemido no pasa desapercibido (cfr. Salmo 37,9).

Las lágrimas abren camino para el encuentro con el Padre que nos llena de alegría. Dice la Escritura al respecto de Dios: “…después de las lágrimas y de los gemidos, derramáis la alegría” (Tobías 3,22). Y en esto descubrimos la diferencia entre el verdadero don de las lágrimas y el sentimentalismo barato de llorar por llorar. Cuando el don es verdadero, me consagro a Dios enteramente, pongo todo en sus manos, sin guardar nada para mi, sin esconder nada. Las verdaderas lágrimas me invaden en el exacto momento en que Dios viene a mi encuentro y me toma en sus brazos, porque a Él me entregué.

La gente siempre llora delante de un gran amor! Es imposible que se pueda experimentar a Dios verdaderamente sin al mismo tiempo experimentar las lágrimas. El llanto es una señal de que el amor de Dios tocó, de lleno, el corazón. Es una señal de que él mismo se derramó sobre mí, tal como el padre que se lanzó al cuello del hijo pródigo y lo besó.

Por causa de este amor tan grande de Dios, San Simeón manda jamás comulgar sin lágrimas. Muchos lo criticaban, por causa de eso algunos monjes se reían de él y, burlándose, decían: “Vamos a tener que abandonar la eucaristía”. Simeón les respondió con firmeza que no es solo con los ojos que se llora, sino sobre todo con el corazón. Si las lágrimas no caen de los ojos, al menos en el corazón ellas no pueden faltar.

Márcio Mendes
Libro: "O dom das lágrimas"
editorial Canção Nova.
Adaptación del original en português.

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