¿Cuántos de nosotros estamos separados del Señor por una fina membrana? Y somos nosotros que necesitamos romper con esta distancia de Él.
Jesús nos rescata en nuestras tribulaciones. Él baja hasta nuestras miserias para levantarnos, derrama el aceite primero, que es el propio Espíritu Santo, que viene sanar nuestras heridas, y nos pone en Sus hombros y nos lleva al hospedaje, que es Su Iglesia.
Para los cuidados, Él deja dos denarios: la Palabra de Dios y la Eucaristía. Y todavía promete que el gasto demás, cuando Él regrese, en Su venida gloriosa, va a ser pago de forma justa a aquel que cuide de los suyos.
Mons. Jonas Abib
No hay comentarios:
Publicar un comentario