miércoles, 18 de marzo de 2015

DIOS PURIFICA CURANDO Y CURA PURIFICANDO - Don de lágrimas


DIOS PURIFICA CURANDO Y CURA PURIFICANDO
Don de lágrimas - parte XIX

Un testimonio muy concreto de la fuerza presente en el don de lágrimas es el siguiente, escrito por la propia persona en setiembre de 2007: “Hace años venía intentando liberarme de una mala pasión. Lo que contribuyó para mi liberación fue realmente el llorar una tarde y una noche entera colocándome en la presencia de Dios. Y Dios oyó mi clamor. Jesús me liberó, (…) estoy libre, sin ningún residuo de aquel sentimiento que me atormentaba diariamente durante años, exactamente 21 años (…) Ya pasé muchos acontecimientos que, a los ojos de los otros, y hasta de quien estaba a mi lado, deberían hacerme dudar del amor de Dios por mi. Pero fue exactamente ahí donde yo más lo procuré, donde más me puse en su presencia. Realmente, mirando para atrás, veo que, cuando lloré “en Jesús”, yo alcancé la gracia que pedía y necesitaba para alguien de la familia. Las lágrimas son para nosotros la muestra de que nada podemos hacer por nosotros mismos. Y, es ahí, cuando nos entregamos completamente a la misericordia de Dios, que el Señor puede actuar. Cuando estamos desarmados, sin justificativos, sin palabras correctas y apenas buceando en su amor por nosotros, en su misericordia, muchas veces ya sin esperar nada más, desamparados, sin nadie quien nos ayude. Jesús, que es Dios con nosotros actúa, muchas veces sin siquera preguntar: “¿Qué es lo que quieres?”. Jesús simplemente dice: “Yo estoy contigo”. Y yo creo: Jesús está!”

Para que eso suceda se necesita quererlo. La iniciativa siempre será del Espíritu Santo, dice San Buenaventura: “El Espíritu Santo viene a nosotros, en primer lugar, como médico habilidoso, trayendo la vida espiritual y corporal. Oh, Cuán sabio es éste médico! Da la vida a los que están muertos espiritual y físicamente, y cura toda enfermedad, sin hierro, sin fuego, sin fórmulas mágicas, sólo por la decisión de Su voluntad”.


Podríamos preguntarnos: “¿Cuál es mi parte? ¿Qué es lo que necesito hacer en concreto?” Nuestra parte es la más simple y la más fácil: se trata de exponer nuestra inteligencia y todos nuestros pensamientos a Dios en oración. Clamar para que el Espíritu Santo nos cure, en nombre de Jesús, de todas nuestras enfermedades psicológicas: nuestra falta de fe, nuestros preconceptos, nuestro orgullo intelectual tan vacío, nuestros juicios venenosos y precipitados. Es romper con la mentira y con el error hasta aún en los mínimos pensamientos y tomar la decisión de usar nuestra inteligencia siempre y solamente al servicio de la verdad. Existen algunas dolencias que son curadas sólo cuando la persona se expone a los rayos del sol diariamente. De la misma manera, es necesario todos los días exponer la mente a la Palabra de Dios para que sea alcanzada por la luz del Espíritu. Dios purifica curando y cura purificando. Si quisiésemos que el Espíritu Santo lave y restaure la salud de nuestro corazón es necesario presentarle nuestros deseos y afectos y pedir a él que cure nuestro corazón herido y enfermo. Jesús tiene el poder del Espíritu para purificarnos de toda insensibilidad, revuelta, egoísmo, indiferencia, tibieza espiritual y ganas de dominar y manipular a las personas. Los primeros cristianos tenían la certeza de que Jesús y su poder medicinal son más fuertes que todas las dolencias del alma. Nosotros también tenemos la certeza. Y él va a curar nuestros afectos, -necesitamos de eso. 

Márcio Mendes
Libro "O dom das lágrimas"
editorial Canção Nova.
Adaptación del original en português

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