DIOS PURIFICA CURANDO Y CURA
PURIFICANDO
Don de lágrimas - parte XIX
Un testimonio muy
concreto de la fuerza presente en el don de lágrimas es el siguiente, escrito
por la propia persona en setiembre de 2007: “Hace años venía intentando
liberarme de una mala pasión. Lo que contribuyó para mi liberación fue
realmente el llorar una tarde y una noche entera colocándome en la presencia de
Dios. Y Dios oyó mi clamor. Jesús me liberó, (…) estoy libre, sin ningún residuo
de aquel sentimiento que me atormentaba diariamente durante años, exactamente
21 años (…) Ya pasé muchos acontecimientos que, a los ojos de los otros, y
hasta de quien estaba a mi lado, deberían hacerme dudar del amor de Dios por
mi. Pero fue exactamente ahí donde yo más lo procuré, donde más me puse en su
presencia. Realmente, mirando para atrás, veo que, cuando lloré “en Jesús”, yo
alcancé la gracia que pedía y necesitaba para alguien de la familia. Las
lágrimas son para nosotros la muestra de que nada podemos hacer por nosotros mismos.
Y, es ahí, cuando nos entregamos completamente a la misericordia de Dios, que
el Señor puede actuar. Cuando estamos desarmados, sin justificativos, sin
palabras correctas y apenas buceando en su amor por nosotros, en su
misericordia, muchas veces ya sin esperar nada más, desamparados, sin nadie
quien nos ayude. Jesús, que es Dios con nosotros actúa, muchas veces sin
siquera preguntar: “¿Qué es lo que quieres?”. Jesús simplemente dice: “Yo estoy
contigo”. Y yo creo: Jesús está!”
Para que eso suceda
se necesita quererlo. La iniciativa siempre será del Espíritu Santo, dice San
Buenaventura: “El Espíritu Santo viene a nosotros, en primer lugar, como médico
habilidoso, trayendo la vida espiritual y corporal. Oh, Cuán sabio es éste
médico! Da la vida a los que están muertos espiritual y físicamente, y cura
toda enfermedad, sin hierro, sin fuego, sin fórmulas mágicas, sólo por la
decisión de Su voluntad”.
Podríamos
preguntarnos: “¿Cuál es mi parte? ¿Qué es lo que necesito hacer en concreto?”
Nuestra parte es la más simple y la más fácil: se trata de exponer nuestra
inteligencia y todos nuestros pensamientos a Dios en oración. Clamar para que
el Espíritu Santo nos cure, en nombre de Jesús, de todas nuestras enfermedades
psicológicas: nuestra falta de fe, nuestros preconceptos, nuestro orgullo
intelectual tan vacío, nuestros juicios venenosos y precipitados. Es romper con
la mentira y con el error hasta aún en los mínimos pensamientos y tomar la
decisión de usar nuestra inteligencia siempre y solamente al servicio de la
verdad. Existen algunas dolencias que son curadas sólo cuando la persona se
expone a los rayos del sol diariamente. De la misma manera, es necesario todos
los días exponer la mente a la Palabra de Dios para que sea alcanzada por la
luz del Espíritu. Dios purifica curando y cura purificando. Si quisiésemos que
el Espíritu Santo lave y restaure la salud de nuestro corazón es necesario
presentarle nuestros deseos y afectos y pedir a él que cure nuestro corazón
herido y enfermo. Jesús tiene el poder del Espíritu para purificarnos de toda
insensibilidad, revuelta, egoísmo, indiferencia, tibieza espiritual y ganas de
dominar y manipular a las personas. Los primeros cristianos tenían la certeza
de que Jesús y su poder medicinal son más fuertes que todas las dolencias del
alma. Nosotros también tenemos la certeza. Y él va a curar nuestros afectos,
-necesitamos de eso.
Márcio Mendes
Libro "O dom das lágrimas"
editorial Canção Nova.
Adaptación del original en português
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