Muchas situaciones suceden en la vida de las parejas. Es necesario entender por qué ellos necesitan tener fe en todos los momentos de la vida
Los científicos dicen que, debido el agujero en la capa de ozono, el calor está aumentando cada año, en un nivel avanzado. ¡Sin embargo, la fe sobre la tierra se está enfriando día tras día en una escala aterradora y no alarma a nadie! La mentalidad actual no es de oración, sino de eficiencia: somos nosotros quienes resolvemos nuestros problemas. Jesús nos contó una parábola sobre la necesidad de rezar siempre, sin nunca desanimarse.
“En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”. Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?” (Lc 18, 1-7).
La lucha no es contra los problemas de bebida o el adulterio del cónyuge, tampoco contra la rebeldía del cónyuge, o de los hijos en las drogas, en el desorden. La batalla que enfrentamos va más de las fuerzas humanas; es una lucha espiritual. Estamos luchando contra los enemigos del mundo espiritual, que quieren destruir el matrimonio.
Porque nuestra lucha no es contra la sangre y la carne, pero contra los principados, las potestades, los dominadores de este mundo de tinieblas, los espíritus malignos esparcido por el espacio. [….] Con toda suerte de preces y suplicas, rezar constantemente en el Espíritu. Preste vigilancia atención en este punto, intercediendo por todos los santos (Ef 6,12-18).
Sin embargo, el Señor nos dice: “Todo puede ser cambiado por la oración”. He aquí el testimonio de Doña Rita. Ella es una demostración muy clara de esta verdad:
Hace cinco años, mi marido, Carlos, y yo estábamos viviendo en la ciudad de Caraguatatuba -San Pablo- (Brasil). En una noche del mes de noviembre de 1993, llamó a nuestra puerta un abogado, diciendo a Carlos que él, con un grupo de personas, habían ganado una acción contra el Estado. Carlos no recordaba, porque hacia más de diez años que él había movido aquella acción.
Con aquél dinero, la construcción de nuestra casa seria finalizada y hasta podríamos comprar los muebles. Yo ya estaba enferma, sin embargo no sabía la gravedad, pero Dios, en Su misericordia, cuidó todo lo que yo iba a necesitar.
Mi situación empeoró, tuve anemia por más de dos años y fui a San Pablo para hacerme exámenes específicos. Mis amigos se movilizaron en oración e hicieron ayuno para que el Señor me sane. En aquella ocasión, yo era coordinadora diocesana de la RCC en Caraguatatuba y ya conocía la Comunidad Canción Nueva. Allá, muchos miembros rezaban por mí.
El día ocho de diciembre, con los exámenes listos, volví al médico. Él, después de dar muchas vueltas, me dijo que mis exámenes constataban un cáncer y que yo debería pasar por una cirugía inmediatamente. La cuestión era grave, el tumor estaba en el intestino, casi impidiendo el paso de las heces. Si eso sucediese, sería fatal. Recibí esta noticia con mucha tranquilidad, no por mis propias fuerzas, sino por la fuerza de la oración de muchas personas.
En aquel día, completábamos 31 años de vida matrimonial, y fuimos participar de la Santa Misa, que era en honor la Medalla Milagrosa. También rezaron por mi. Al llegar a la iglesia, la Misa estaba terminando. El padre daba la bendición con el Santísimo Sacramento y, al avistarme vino hasta mí y me bendijo. Me di cuenta del cariño de Dios conmigo.
Mí familia permaneció en el hospital, rezando por mí, y la imagen de la Virgen permaneció en la cabecera de mi cama. Cuando las enfermeras entraban en la habitación, sentían la presencia de María y hablaban:
“¡Nuestra Señora esta haciendo maravillas en este piso!”Después de todas las tribulaciones, de perder el cabello y hacer la cirugía para la retirada del tumor y de la vesícula, mi recuperación fue asombrosa. Cinco días después de la cirugía, me dieron de alta y pasé la Navidad en casa.
Al inicio del próximo año, comencé las sesiones de quimioterapia. Fui por grandes sufrimientos. En la tercera aplicación, pensé que iba a morir. Al ver mi desesperación, mi marido decidió llevarme a Cachoeira Paulista-SP (Brasil), a Canción Nueva, con 40ºC de fiebre.
¡El Jueves de Adoración, yo ya estaba mucho mejor! Fuimos a Casa de Dunga – ya eramos amigos. Él se compadeció al abrazarme, porque mis cabellos cayeron en sus manos y yo estaba muy débil. Dunga fue a llorar al baño; en seguida, llamó al padre Jonas.
Rezando por mí, el padre Jonas abrió la Palabra de Dios y dijo: “No temas, hombre predilecto. ¡La paz esté contigo! ¡Sé fuerte y valiente” (Dn 10-19). Rita, cambia la expresión ‘hombre de predilección’ por ‘mujer de predilección’ y asume esta realidad en tu vida. Tu no debes temer a nada!’.
Volviendo a San Pablo (Brasil), el viernes, ya me sentía otra persona. ¡La sanación ocurrió gradualmente. Hace casi diez años, recibí esta gracia para honor y gloria de Dios! He pasado por todas las revisiones que los médicos pidieron. No había duda: yo estaba completamente sanada. Hoy, no solo tengo salud perfecta, sino que como repite siempre el Padre Jonas, Dios me dio un cabello nuevo, bien diferente del antiguo”, dice Rita.
Dios quiere tocar nuestro corazón, quiere reanimarnos, levantar nuestro matrimonio. Para Él no existe distancia, y el tiempo es siempre “presente”. Por eso, cada vez más, necesitamos de parejas que tengan fe y no duden de lo que Dios puede realizar en nuestra vida.
Traducción y Adaptación: Thaís Rufino de Azevedo
(Artículo extraído del libro: “Hombre y Mujer en sintonía”, de monseñor Jonas Abib)
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