Leyendo las primeras páginas del libro “Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas” de Stephen Covey, me encontré con el ejemplo del bambú chino para resaltar la importancia de las bases sólidas y raíces firmes en la vida familiar. Reconozco que no tenía ni idea de lo que mencionaba el autor; la historia me pareció sumamente sugerente para explicar cómo son muchos procesos de la vida humana e incluso de distintas instituciones y organizaciones.
Covey dice: «Muchas cosas en la vida familiar son como el árbol de bambú chino. Uno trabaja e invierte tiempo y esfuerzo, y hace todo lo posible para nutrir el crecimiento y en ocasiones no se ve nada durante semanas, meses o incluso años. Pero si se es paciente y se sigue trabajando y alimentando, ese “quinto año” llegará y se asombrará del crecimiento y el cambio que verá que se ha dado»1.
Hoy vivimos tiempos de celeridad y apuro, donde lo que importa muchas veces es la rapidez del crecimiento y los resultados de tal o cual actividad; en el fondo son rasgos de una sociedad que se rige por lo material, por lo pragmático y utilitario, olvidando que todo en la vida tiene momentos, épocas, procesos, y etapas. El ser humano y sus organizaciones crecen y se desarrollan poco a poco, cada quién tiene su propio proceso, cada persona va avanzando según su propio ciclo vital, enraizado en una familia concreta y desplegando una historia personal única e irrepetible, abriéndose a la presencia y acción de Dios en su existencia.
El Bambú Chino
Ante tal sugerente ejemplo, me animé a leer sobre el tema para poder compartir un poco mis reflexiones a través de este artículo. Fui encontrando distinta información. Encontré por ejemplo que la quinta parte del bambú que se produce en el mundo crece en China; son 300 variedades en una superficie total de 20,000 km2. Afirman distintos autores que es difícil viajar por China sin encontrar el bambú empleado de una u otra forma. La zona donde más se utiliza el bambú se halla al sur del río Chang Jiang (Yangtzé); prácticamente todas las viviendas tienen allí muebles, enseres u objetos de bambú: camas, sillas, cajas, cestos, escobas, palillos para comer e incluso sombreros.
Definitivamente lo que más me llama la atención es su particular proceso de crecimiento y desarrollo. Y es que después de plantar la semilla, no se ve nada durante cinco años, excepto un lento desarrollo de un diminuto brote a partir del bulbo. Durante cinco años, todo el crecimiento es subterráneo, invisible a simple vista, pero una maciza y fibrosa estructura de raíz que se extiende vertical y horizontalmente por la tierra está siendo construida. Son estás raíces las que al final del quinto año o un poco más permiten crecer al bambú chino hasta alcanzar la altura de 25 o más metros. Este crecimiento se da en un período de solo seis semanas. En tan sólo unas semanas tienes un frondoso bambú lleno de vida y esplendor con una altura que alcanza una casa de dos pisos. Cuando comienza a crecer, su tallo puede alcanzar 3 metros en un mes, ya que crece a la velocidad de 6-15 centímetros diarios, pudiendo llegar a crecer 1 metro al día.
El Cultivo de la Virtud
En un artículo anterior tratando de aproximarnos a la virtud recordábamos lo que afirma de este término el Catecismo de la Iglesia Católica: «La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios» (N. 1803).
La virtud es una cualidad, un hábito operativo bueno de la persona, pero también tiene un opuesto en el vicio. Revisando alguna de las definiciones de la RAE; encontramos que vicio es «Hábito de obrar mal», o «defecto o exceso que como propiedad o costumbre tienen algunas personas, o que es común a una colectividad».
La virtud es además la respuesta de cooperación con la gracia que realiza el hombre para madurar en el camino de la fe. Así que el ser humano va madurando por este camino de la fe hasta la plenitud del amor, núcleo interior de la virtud, para conquistar una calidad humana, abriendo las facultades y potencias a los impulsos de la gracia, para permitir que el Señor Jesús viva en nosotros.
Conclusión
La invitación para toda persona es a desarrollarse según unas bases sólidas y profundas como el bambú chino. Todo ser humano está invitado a crecer integralmente y a cultivar la virtud en su existencia. Dicho crecimiento es en base a un proceso gradual y natural, abierto a la acción de Dios en su historia personal. Se trata de invertirle tiempo, dedicación, esfuerzo y paciencia… a veces no verás nada, incluso durante semanas, meses y años; se trata de persistir y perseverar trabajando en ti mismo, tu quinto o sexto año llegará y con él vendrá un crecimiento y cambios que jamás esperabas.
El bambú chino es una invitación a perseverar, a continuar, a no desistir de tus anhelos, sueños y proyectos. Es una invitación a concentrarte en las bases sólidas y raíces firmes que sostendrán el gran árbol que por gracia de Dios sostendrá muchos frutos del amor y la perseverancia.
Todos los seres humanos, todas las personas, tú y yo estamos invitados a vivir y encarnar la virtud. Sabemos que no es fácil, en el Centro Areté tenemos una oración dirigida a San Pablo Apóstol, uno de nuestros santos patronos, donde le pedimos que interceda por nosotros para que podamos avanzar en el noble combate de vivir una existencia virtuosa y “areteica”.
Y es que consideramos que la virtud hay que vivirla siempre y en todos los momentos de nuestra vida. En ese sentido podemos decir que para vivir una existencia virtuosa la persona pone distintos medios concretos, dispone de un plan y busca ayuda para llevar adelante en su vida un noble combate que implica esfuerzo, lucha y dedicación. Sin la gracia de Dios nada es posible; él es quién nos da la fuerza para avanzar y crecer en la virtud; abriéndonos a su gracia y cooperando con su Espíritu crecemos en libertad interior viviendo cada día más la fe, esperanza y caridad.
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