Guillermo de San Teodorico (c. 1085-1148), monje benedictino y después cisterciense
Oraciones meditativas
“El sale y se retira a un lugar desierto”.
Oh tú, que eres mi refugio y mi fuerza, condúceme, como hiciste antiguamente con tu siervo Moisés, al corazón de tu desierto, a la llama que arde sin consumirse (cf. Ex 3), allí donde el alma, invadida por el fuego del Espíritu, se vuelve ardiente, sin consumirse, se purifica.
Allí no se puede residir y no se avanza más hasta tener desatados los vínculos de las trabas carnales, allí el que está, sin duda no se deja ver tal cual es, pero sin embargo se le entiende decir: “¡Yo soy el que soy!”Allí él hace bien al cubrirse el rostro para no mirar al Señor cara a cara (2R 19, 23), pero debe ejercer de sacerdote y escuchar, en la humildad de la obediencia, para distinguir lo que dice Dios al interior del corazón.
Mientras tanto, Señor, escóndeme en lo escondido de tu morada (Ps 27,5) durante el día adverso; escóndeme en lo escondido de tu rostro, lejos de las intrigas de las lenguas (Ps 31,2); pues tu yugo es suave y ligera tu carga(Mt 11,30), tú me las has impuesto. Y cuando tu me hagas sentir la distancia de tu servicio con el del siglo, con una voz tierna y dulce me pedirás sí es más agradable servirte a ti el Dios vivo, que a los dioses extranjeros. Entonces, yo adoro esta mano que pesa sobre mí te digo: “¡Ellos, los otros maestros, me han dominado, más que tú bastante tiempo! ¡Yo quiero pertenecerte a ti sólo, pues tu brazo me sostiene!
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