Padre del Cielo y Señor de la tierra,
¡Buen día!
¡Bendito seas por siempre!
Una esperanza está en los albores de éste día:
¡Unifica, integra mi ser entero para tener un mirar como el Tuyo!
Dame la gracia de no mirar la vida con ojos sectarios,
¡que nada divida lo que pensaste en unidad!
Haz caer, ¡derrama!, el óleo de Tu alegría,
Empapa cada corazón, mi corazón, con el sello de Tu Espíritu.
Otórgame la gracia, la oportunidad de amar, crecer y confiar.
No sueltes Tu Mano de la mía,
Te suplico, te suplicamos,
¡Vuelve a implar la paz perdida!,
aquella que permanece arraigada.
¡Dale firmeza a todos los pensamientos, decisiones y pasos que hoy daré!
Otórgale poder a cada palabra para que,
nacida de un corazón recto, alcance su fin:
Cure corazones, sane relaciones,
levante caídos, restaure la esperanza quebrada.
¡Amén!
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