Lucas 9, 1
¿Por qué decidió Jesús darles a sus discípulos autoridad sobre los demonios? Porque Jesús sabía que los demonios eran reales y presentaban un peligro verdadero.
Hoy en día, seguramente, muchos se sonreirán interiormente al leer estas afirmaciones y se imaginarán a una caricatura de color rojo, con cuernos y un tridente en la mano. Lo triste es que si lo hacen, créanlo o no, ese mismo “personaje” les impedirá reflexionar libremente sobre la verdadera realidad del maligno, que el mismo Señor, con su sabiduría y su autoridad divina, describió como “asesino desde el principio” y “padre de la mentira” (Juan 8, 44).
Satanás, el verdadero autor del mal, es un ser verdadero y sus acciones se ven claramente en el mundo. Efectivamente, con engaños y medias verdades, nos sugiere que Dios no es bueno ni misericordioso; y utiliza tanto las situaciones obvias de pecado como la incredulidad de los indiferentes para hacerlos caer en razonamientos contrarios al Evangelio.
Afortunadamente, ¡aquí no termina la historia! Gracias a la muerte de Cristo en la cruz, el diablo ha quedado derrotado. La capacidad que Jesús comunicó a sus primeros discípulos para vencer al demonio no fue un regalo sólo para ellos y por una sola vez; no, todos los cristianos también podemos recibir ahora la capacidad de rechazar los engaños, las tentaciones y las dudas que quiere infundirnos el demonio. En realidad, no tenemos por qué sentirnos impotentes, oprimidos ni despojados del gozo de la redención que nos corresponde en Jesús. Unidos a Cristo en el Bautismo y crucificados con él, ya participamos de los frutos de su resurrección.
Esta es una verdad en la que tú, querido lector, puedes meditar hoy: La antigua parte de tu vida que estaba bajo la influencia del mal ha quedado muerta por medio de la cruz de Cristo. Deja que esta realidad eche raíz en tu conciencia y así podrás hacer frente a los diarios ataques del maligno con toda confianza, y caminar con mayor seguridad en la vida nueva que te pertenece en Cristo.
“Jesús, Señor y Dios mío,gracias por concederme tu poder para reconocer y rechazar los engaños del diablo.Te alabo, Señor crucificado y resucitado,porque has ganado la batalla de una vez por todas.”
Esdras 9, 5-9
(Salmo) Tobías 13, 2-5. 8
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