En estos días asistimos a imágenes que nos revelan lo más cruento de nuestros corazones.
Sí, la imagen del pequeño niño naufrago muerto en la playa
no hace otra cosas más que revelar las miserias de nuestra vida.
Cientos y cientos de espacios se han llenado con la imagen.
Tanto que, acostumbrados ya los ojos,
-tal vez ayudados por el espiral de violencia que sólo domina la bendita TV-
nada sorprende, nada impacta y llega un momento que todo pasa desapercibido.
¿Qué hacer?
¿Cómo no permanecer indiferentes?
Recordar una y otra vez nuestra historia!
Todos somos personas en huida.
No existe historia que no esté atravesada por momentos y tiempos que hablen de huida.
Huimos de dolores, de recuerdos, de personas, de sentimientos...
Huimos del pasado, del presente y a veces desearíamos que no existiese un mañana.
Enfrentarlo se vuelve doloroso de antemano.
Somos personas en retirada.
Cuando de sobrevivir se trata, nos volvemos expertos.
¿No huyó acaso el joven rico?
¿No huyó Israel de su historia de esclavitud?
La negativa de Pedro, ¿no fue acaso una huida?
El camino es uno: romper las ataduras del miedo.
Entrar en ese espacio donde podemos,
desde nuestras huidas, comprender la huida del otro.
Buscar reconciliación adentro
para vivir reconciliados afuera.
¿lo pensamos?
Dios te Bendice.
Miguel
Comundiad Piedras Vivas
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