viernes, 4 de septiembre de 2015

Remiendos

Esas raras y aparentes contradicciones en el mundo de la Fe.

¿Quién no ha tenido en su vida la experiencia de usar, aunque más no sea para salir del paso, algo remendado?
Pareciera un capricho, pero casi siempre –sino siempre!- los remiendos suceden en los lugares más molestos. Ahí donde se percibe que el remiendo es remiendo y no una parte original.
Ahí donde al tacto, el remiendo, por ser nuevo, no tiene la blandura de una tela amoldada, suavizada por el uso.
El remiendo siempre será remiendo. El parche siempre será un parche.
En la vida espiritual acontece por igual.
Las roturas acontecen en nuestras áreas más sensibles. Nuestras zonas más expuestas.
Y, a fuerza de luchar, por más que procuremos disimularlo, aunque por fuera pase casi imperceptible, del otro lado, aún estando la piel adormecida o endurecida, todo nos hará recordar donde está puesto el parche.
Y con el pasar de los años, cuando el parche se acomode pero la sensibilidad gane terreno, más notorio será.
Entonces, ¿qué hacer?
El sabio sabe que el camino es armarse de paciencia y aceptar.
Sí, aceptar no es necesaria y reductivamente resignarse.
Aceptar es una acción positiva y constructiva.
Con el tiempo el parche se amoldará, alcanzará suavidad. Y nos ayudará no sólo a recordar quienes somos y como nos fuimos construyendo sino comprender que sin ese parche las gracias por Dios alcanzadas no estarían presentes en el hoy de nuestras vidas.
¿Tienes un parche?
¡Decídete a aceptarlo! Tal vez Dios quiera enseñarte en él, el arte de amar.

Miguel Yunges
Comunidad Piedras Vivas

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