INSISTE Y RECIBIRÁS
(Don de Lágrimas - Parte X)
Desea ardientemente las lágrimas e implora insistentemente a Dios con oraciones diarias, recomendaba San Pedro Damián.
El don de lágrimas no tiene nada que ver con el desánimo, la blandura, una voluntad frágil, negativismo, depresión o aún tristeza. La tristeza adelanta la muerte, saca el vigor, mina las fuerzas, así como la amargura del corazón lanza a la persona a la postración (cfr. Ecle 38,19) La compunción del corazón resucita y da fuerzas.
La alegría abre el corazón mientras que la tristeza lo cierra.
Si todavía no has recibido el carisma de la oración y de las lágrimas, insiste y lo recibirás.
Jesús acogió con alegría y ternura, lleno de bondad y de amor, a todos los pecadores que a él acudieron. Al mismo tiempo fue vigorosamente firme con los que tenían el corazón endurecido.
Pues es la dureza del corazón que lleva a la persona a la perdición eterna. Jesús se lamenta delante de un pueblo que, aún queriendo, no podía curar:
“porque el corazón de éste pueblo se endureció: taparon sus oídos y cerraron sus ojos, para que sus ojos no vean y sus oídos no oigan, ni su corazón comprenda; para que no se conviertan y yo los sane” (Mateo 13,15).
Dios, al ver que la dureza del alma puede lanzar a la desesperación y a la desgracia, enseña como debemos siempre llegar a la oración: “Por eso, ahora –oráculo del Señor, vuelvan a mi de todo corazón con ayuno, lágrimas y gemidos de luto. Rasguen sus corazones y no sus vestiduras; vuelvan al Señor Tu Dios, porque él es bueno y compasivo, le cuesta enojarse y grande es su misericordia” (Joel 2,12-13)
También los padres del Oriente habían hecho esa experiencia y mandaban suplicar el don de lágrimas en el comienzo de toda oración para que se disolviese en nosotros, pecho y corazón de piedra.
CLAMÉ AL SEÑOR Y ÉL ME RESPONDIÓ
“Espíritu Santo, Tú que consuelas a todos los que se sienten necesitados
y que atiendes a todos los que buscan en oración,
concédeme un corazón abierto a tu grande y generoso amor,
un alma que sólo en el Señor encuentre su alegría,
Un deseo de hacer en todo Su voluntad,
Un amor fuerte en la compasión y en la amistad por sus hermanos,
Y ojos que no teman derramar lágrimas cuando rezan,
Pues los que lloran en oración recogen las gracias que se derraman de Tu Divino Corazón.
Dame el don de las lágrimas.
Rompe con toda dureza.
Delante del Señor, mi corazón se doblará. ¡Amén!
Márcio Mendes.
Libro "O dom das lágrimas"
Editora Canção Nova.
adaptación del original en português
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