domingo, 4 de septiembre de 2016

Meditación: Lucas 14, 25-33


XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

Una multitud de pobres, ciegos, lisiados, curiosos, discípulos y gente de todas partes seguían a Jesús cuando él se trasladaba de un lugar a otro. El entusiasmo de la gente era contagioso y muchos se sentían inclinados a seguirlo. Sin querer atemorizar a nadie, Cristo decía claramente que aquellos que desearan ser discípulos suyos debían demostrar fidelidad y sacrificio.

En efecto, cuantos quieran ser discípulos están llamados a imitar al Señor en su fidelidad, su espíritu de servicio, y su abnegación durante toda la vida, pese al rechazo, incluso de sus propios familiares, pero sabiendo que el Espíritu Santo les da fuerzas y gozo.

Jesús se dirigía a Jerusalén, dispuesto a entregar su vida en el Calvario, e invitaba a sus discípulos a cargar también la cruz junto con él. El discipulado no es fácil, porque el cristiano auténtico tiene que aprender a imitar a Cristo en sus acciones y actitudes y seguirlo hasta la cruz.

Ahora bien, para darle al Señor Jesús el lugar más importante en nuestra vida y valorarlo más que todos los bienes materiales o cualquier otro valor, se necesita una fe y una fidelidad que sólo provienen de Dios. En la primera lectura de hoy, del libro de la Sabiduría, encontramos una oración que expresa la humildad de reconocer la absoluta necesidad que tenemos del Espíritu Santo (Sabiduría 9, 17) para discernir, aceptar y hacer la voluntad del Señor. Esta sabiduría nos libra del razonamiento terrenal y de la corriente de nuestros afanes egocéntricos. Es preciso ver el mundo a la luz de la eternidad y orar con el salmista: “[Señor,] enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato” (Salmo 90(89), 12).

¿Estás tú, hermano, dispuesto a acatar la invitación de Cristo? Para ser discípulos genuinos, hay que estar dispuestos a aceptar el riesgo, el costo y el peso que ello supone, y confiar también que Dios nos fortalezca. Recordemos que si somos fieles, Dios nos concederá la corona de la vida (Apocalipsis 3, 10).
“Señor mío Jesucristo, quiero seguirte con decisión y entusiasmo y, con tu gracia, estoy dispuesto a cargar mi cruz como auténtico discípulo tuyo.”
Sabiduría 9, 13-19
Salmo 90(89), 3-6. 12-17
Filemón 9-10. 12-17

Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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