“Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente, perdónalo” (Lucas 17, 3)
¡Qué gran desafío es la vida cristiana! La sociedad nos insta a abogar por nuestros derechos civiles y en muchos casos eso está bien: el derecho a no ser discriminados, ni abusados ni tratados injustamente. Pero también el mundo nos lleva a reafirmar el “derecho” a enojarse, a quejarse, a buscar venganza, etc. Es decir, nos enseña a ser egocéntricos: primero yo, segundo yo y tercero yo, sin importar las consecuencias de mis acciones para los demás. ¡Qué diferente es la actitud de Jesús!
Cuando pensamos en que Cristo, siendo absolutamente santo y no habiendo pecado jamás, murió pidiendo perdón por sus victimarios, nos damos cuenta de que para ser verdaderos seguidores suyos hay que imitarlo y obedecer sus mandamientos, particularmente el de perdonarnos unos a otros y no hacer caer a nadie en pecado. Claramente todos necesitamos una renovación interior para caminar junto a Jesús y edificar nuestra vida interior sobre la base de la comunión con Dios.
Pero todo esto depende de la actitud y la fe con que lo hagamos. Cada día hemos de orar para que nuestra relación con el Señor sea más profunda y fructífera; que él sea nuestro Maestro y nosotros obedezcamos todas sus enseñanzas y sus mandamientos.
Los discípulos le pidieron al Señor que aumentara su fe y lo que él les respondió indica claramente que todos debemos aplicar la fe que tengamos, sea pequeña o débil. La vida viene de Dios, así como la capacidad de hacer lo que él nos pide. Si pensamos en las habilidades naturales que tenemos, hacer la obra de Dios puede parecernos tan extraño como ordenarle a un árbol que se desarraigue y esperar que así suceda. Pero todas las cosas son posibles para Dios.
Jesús anhela transformarnos y darnos un corazón nuevo para que hagamos su voluntad. ¿Estás tú dispuesto a dejar que Cristo te transforme? Muchas veces las pruebas más difíciles y los testimonios más excelentes de nuestra fe se producen en las relaciones con los demás. “Por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos” (Juan 13, 35).
“Amado Jesús, te pido que me llenes de tu amor y tu paz. Sé que para ti no hay nada imposible, pero ayúdame a tener una fe cada vez más firme en tu amor y tu misericordia.”Tito 1, 1-9
Salmo 24(23), 1-6
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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