miércoles, 18 de abril de 2018

COMPRENDIENDO LA PALABRA 180418

“El que viene a mí no volverá a tener hambre.” (Jn 6,35)

    El problema económico es el problema terrible de nuestra época atormentada. El problema del pan de cada día, del bienestar, es la incertidumbre angustiosa que nos oprime en medio de las masas agitadas e insatisfechas, y por desgracia, a menudo hambrientas. Es un deber nuestro unir fuerzas, hacer los sacrificios necesarios según la doctrina católica sacada del evangelio y las instrucciones claras y solemnes de la Iglesia, para contribuir a la búsqueda de una solución justa para todos. Pero sería vano esforzándonos para llenar los estómagos de pan y satisfacer los otros apetitos a veces desenfrenados, si no llegamos a alimentar las almas con el pan de vida, pan auténtico, sustancial, divino: alimentarlas con este Cristo del que están hambrientas para que, gracias a él únicamente, sean capaces de continuar el camino “hasta llegar a la montaña del Señor” (lR 19,8)...

    Sería en vano pedir a los economistas y a los gobiernos nuevas formas de vida social si uno se quisiera sustraer de la mirada dulce y maternal de María que nos sonríe con los brazos abiertos para acoger a todos sus hijos. Junto a ella, el orgullo se desvanece, los corazones se apaciguan en la santa poesía de la paz cristiana y del amor. Juntemos nuestros esfuerzos para que nunca se separe del corazón del hombre lo que Dios, en la doctrina católica y en la historia del mundo, ha unido de modo maravilloso: la eucaristía y la Virgen.


San Juan XXIII (1881-1963), papa 
L'Osservatore Romano 20-09-1959

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