Hechos 18, 23
La experiencia de San Pablo que leemos en la primera lectura de la Misa de hoy nos recuerda de una manera práctica que Dios puede satisfacer nuestros anhelos de vida espiritual de muchas maneras, incluso a través de nuestros hermanos y hermanas en Cristo, especialmente cuando uno ha estado lejos de ellos por un tiempo.
¡Qué bueno es volver a casa después de un viaje largo! Nos relajamos, podemos descansar y se nos renuevan las fuerzas para salir nuevamente a trabajar y a practicar la vida cristiana.
Esto nos ayuda a suponer cómo se habrá sentido Pablo al regresar a Antioquía al final de un largo viaje misionero. Esta ciudad había sido su base de trabajo durante muchos años y seguramente se alegró al encontrarse de nuevo con sus compañeros cristianos.
Este es ciertamente un pensamiento alentador. Hasta el fogoso apóstol Pablo necesitaba “volver a casa” de vez en cuando a reposar y reanimarse y renovar las fuerzas. Los viajes misioneros y la constante predicación del Evangelio le habían dejado agotado y necesitaba darse un descanso, reorientar su programa de trabajo en un lugar conocido y acogedor, para luego proseguir su misión de evangelización.
Sea como haya sido la experiencia de Pablo en Antioquía, se ve claramente que se sintió alentado y renovó sus fuerzas, porque cuando partió de nuevo fue “confirmando en la fe a los discípulos” en varios otros lugares.
Esto es muy parecido a lo que sucede cuando nuestros amigos en Cristo nos reconfortan. Si uno se siente desanimado, un hermano o hermana puede orar con uno; si tienes que “cargar las baterías espirituales”, tu esposa o tu marido puede cuidar a los niños para que tú vayas a hacer adoración eucarística y llenarte de gracia. Y la participación en Misa con tus compañeros feligreses puede reconfortarte espiritualmente para la semana que viene.
Dios quiere llenarte de su gracia hoy; quiere reconfortarte de modo que tú puedas reanimar a otras personas. Así que no dudes en “volver a casa” cuando lo necesites y deja que Dios te atienda como lo hizo con Pablo en Antioquía.
“Señor mío, Jesucristo, concédeme tu gracia hoy y lléname de tu paz. Reconfolokrta mi alma, Señor, para que yo también reanime a mis hermanos.”
Salmo 47(46), 2-3. 8-10
Juan 16, 23-28
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