lunes, 14 de mayo de 2018

Novena Pentecostes - El Espíritu Santo es el dador de los Dones - Día 4


CUARTO DÍA
+ En el Nombre del Padre,
+ del Hijo
+ y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de Tu Amor.
¡Envía Tu Santo Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra!

Oremos: Dios que instruiste los corazones de Tus fieles con la luz del Espíritu Santo, haz que apreciemos rectamente todas las cosas, según el mismo Espíritu y gocemos siempre de Sus consuelos, por Cristo Nuestro Señor. ¡Amén!

Oración antes de la meditación

Divino Espíritu, que por la Iglesia eres llamado Creador, no solamente porque lo eres con relación a nosotros, criaturas; sino también porque moviendo en nuestras almas, santos pensamientos y afectos, creas en nosotros aquella santidad que es obra Tuya. Venga también sobre nosotros Tu benéfica virtud, y mientras Te honramos con este devoto ejercicio, dígnate visitar con Tu Divina Luz nuestra mente, y con Tu Suprema Gracia nuestro corazón, para que nuestras oraciones suban agradables a Ti y del Cielo, descienda sobre nosotros la abundancia de Tus divinas misericordias. ¡Amén!


Meditación
El Espíritu Santo
es el Dador de los dones


Siendo lo propio del amor beneficiar y repartir dones, eso sucede principalmente con el Amor por excelencia que es el Espíritu Santo. Y lo hace para con las criaturas pobres y necesitadas que se confían a tan grande Proveedor, aquel que concede no solo aquello que le es pedido, sino que da en abundancia delante de cada pedido y de cada deseo.

Son sus verdaderos devotos aquellos que de Él reciben un filial Temor que los aparta del pecado; que reciben una fervorosa Piedad que los hace más queridos a Dios y benevolentes con el prójimo; una Ciencia que endereza los propios juicios y hace que vean claramente las cosas de Dios; una sobrehumana Fortaleza donde todo obstáculo es superado; el celeste Consejo para distinguir los movimientos de la gracia y para elegir prudentemente los medios más apropiados para la Salvación. Reciben en fin, un sobrenatural intelecto que es sustento para la fe y luz para la voluntad; y la Sabiduría celeste, que los lleva a conformar los pensamientos y voluntad al divino Beneplácito, colocándolos en perfecto acuerdo con Dios.

¿Cómo entonces, teniendo un Benefactor así, tan lleno de gracias y de Dones, nosotros somos tan pobres? Pobre es nuestro espíritu de celestes dones, paupérrimo es nuestro corazón de virtudes; pobre y nula de méritos está nuestra alma… Pero ¿de dónde entonces surge la pobreza, mientras están abiertos delante de nosotros los tesoros del Paráclito, y el Dador de todo bien que infinitamente nos ama? Sí, el Espíritu Santo nos ama infinitamente, y concede sus mejores dones a aquellos que lo desean, a quien pide, a quien fielmente a él corresponden.

Con una mano en el corazón, el cristiano reconozca su pobreza espiritual y diga como correspondiste a las inspiraciones, a las luces, a las gracias del Paráclito. ¿Deseaste ardientemente sus preciosos dones? ¿Pediste con fervorosa y constante oración? ¿Apartaste de tu corazón las cosas de la tierra para enriquecerte de los tesoros del cielo? Reflexiona y responde.

Momento para meditación personal

ORACIÓN

Confieso, Supremo Amante de los hombres; confieso que la deplorable pobreza de esta alma es pobreza consciente; yo mismo me ensucié, porque no solo no aprecié, no deseé  y no pedí los favores celestes, riquezas que Tu tan amorosamente derramas en tus criaturas, pero hice algo peor aún, yo que recibí tantas veces de Tu dulce libertad, tantos dones, inspiraciones y gracias, no te correspondí, y como siervo ingrato del Evangelio, enterré Tus dones en el barro más negligente de mi pereza, y en la acedia de mi inercia. Dios mío, cuanto mal hice a Tu infinita bondad, y cuanto mal me hice a mi mismo.

Pero Tú eres el Amor, el Amor omnipotente. No quieras castigar a este siervo infiel, sino aceptando mi arrepentimiento, el cual uno a la promesa de corresponder para el futuro a Tus Dones. Sana, Bondad Infinita, los daños de mi infidelidad pasada, y vuelve a enriquecerme benignamente con Tus Dones.

ORACIÓN FINAL

Prometido y ansiado Consolador, Espíritu Santo, procedente del Padre y del Hijo, que escuchando la unánime oración de los discípulos del Salvador, fraternalmente reunidos en el Cenáculo, descendiste para consolar y santificar a la Iglesia naciente; muéstrate propicio a nuestras súplicas, reenciende Tu Divino Fuego en los corazones de los hombres. Haz resplandecer Tu Luz hasta los confines de la Tierra; llama nuevamente al seno de la Iglesia Romana a todas las Iglesias separadas.

¡Oh, Espíritu Santo, que eres el Amor, piedad de tanta mediocridad y de tantas almas que se pierden! Haz que rápidamente suceda aquello que David profetizaba diciendo: “Manda Tu Espíritu!”. Haznos nuevas criaturas, y así renovaras la faz de la tierra. A partir de esta consoladora profecía, unidos en oración, como nos enseña la iglesia, con plena confianza repetimos: ¡Envía Tu Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la Tierra!

Rezamos las siguientes oraciones:
·       Padre Nuestro
·       Ave María
·       Gloria
·       Canto del Espíritu Santo

En esta novena, la Beata recomendaba que sea cantado el Veni Creator.

+Que el Señor nos bendiga,
+Nos guarde de todo mal;
+Nos conduzca a la vida eterna.
Amén.


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