sábado, 12 de mayo de 2018

Novena Pentecostes - El Espíritu Santo habita en nosotros - Día 2


SEGUNDO DÍA
+ En el Nombre del Padre,
+ del Hijo
+ y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de Tu Amor.
¡Envía Tu Santo Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra!

Oremos: Dios que instruiste los corazones de Tus fieles con la luz del Espíritu Santo, haz que apreciemos rectamente todas las cosas, según el mismo Espíritu y gocemos siempre de Sus consuelos, por Cristo Nuestro Señor. ¡Amén!

Oración antes de la meditación

Divino Espíritu, que por la Iglesia eres llamado Creador, no solamente porque lo eres con relación a nosotros, criaturas; sino también porque moviendo en nuestras almas, santos pensamientos y afectos, creas en nosotros aquella santidad que es obra Tuya. Venga también sobre nosotros Tu benéfica virtud, y mientras Te honramos con este devoto ejercicio, dígnate visitar con Tu Divina Luz nuestra mente, y con Tu Suprema Gracia nuestro corazón, para que nuestras oraciones suban agradables a Ti y del Cielo, descienda sobre nosotros la abundancia de Tus divinas misericordias. ¡Amén!

Meditación
El Espíritu Santo habita en nosotros.

Es esta una consoladora verdad expresada en el Evangelio (cfr. Mt 10,20), y confirmada por el apóstol Pablo cuando escribe a los Corintios: ¿No saben que el Espíritu Santo habita en ustedes? ¿Y no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo?” Es también por eso que la Iglesia Católica se alegra en llamar al Divino Espíritu como “Dulce Huésped del Alma”. Huésped que reviste de gracia santificante, que irriga de la divina luz, que la hace capaz de obras merecedoras de la vida eterna.

Según santo Tomás, el Espíritu Santo es para nuestra alma lo que el alma misma es para nuestro cuerpo. Y así, como un cuerpo no puede vivir sin el alma, un alma privada del Espíritu Santo esta muerta, muerta a la gracia, muerta al santo amor, e incapaz de conquistar méritos para el Cielo. Pobre de quien expulsa con el propio pecado al Dulce Huésped del Alma, porque expulsa el amor, la gracia y pierde la propia vida.

Si, cristiano, el Espíritu Santo habita en ti. Y si tienes fe, debes estar convencido siempre de esta verdad: Nunca te encontrarás solo. Está contigo el Dulce Huésped del Alma. Está contigo de día y de noche, en la fatiga y en el reposo, en la pobreza y en la prosperidad. Contigo estará (y más que nunca) en la oración y en la tribulación. ¡Si tu supieses valerte de la presencia de un amigo tan bueno y poderoso!

¡Si en las tentaciones, en los peligros y en las angustias te acordases que posees el Espíritu Santo dentro de ti! ¡Y si a Él recurrieses rápidamente cuando tu pequeño corazón se preocupa!

Detén tu pensamiento algunos momentos durante el día en consideración de esta dulce verdad: ¡El Espíritu Santo habita en mi! Si pensaras así, no tendrías apenas alegrías, sino también nuevas fuerzas para avanzar en los caminos de la virtud.

Momento para meditación personal

ORACIÓN

Altísimo Dios, que en todo siempre eres Admirable y grande, aún más todavía en las obras de amor, elegiste el alma cristiana como Tu Tabernáculo y no solo le conferiste Tus bienes, sino que te donaste a Ti mismo.
¡Si Tu bondad fuese al menos apreciada por algunas almas, y si Tu no fueses tan entristecido y ofendido por esas almas que deberían amarte tanto!

Me arrepiento, Sumo Amor, de haberte entristecido también yo tantas veces con mi frialdad, olvido e ingratitud. Me arrepiento también de haberte expulsado de mi corazón y haberle dado lugar a Tu eterno enemigo, el pecado, y con él, al demonio. Pero sé que una sincera lágrima de arrepentimiento servirá para llamarte. Sé que eres más amoroso que una dulce madre. Estás siempre pronto para perdonar. Por eso, con confianza, Te digo: ¡Ven, Espíritu Santo, ¡Ven a esta alma que no quiere más entristecerte, ni ofenderte jamás!

ORACIÓN FINAL

Prometido y ansiado Consolador, Espíritu Santo, procedente del Padre y del Hijo, que escuchando la unánime oración de los discípulos del Salvador, fraternalmente reunidos en el Cenáculo, descendiste para consolar y santificar a la Iglesia naciente; muéstrate propicio a nuestras súplicas, reenciende Tu Divino Fuego en los corazones de los hombres. Haz resplandecer Tu Luz hasta los confines de la Tierra; llama nuevamente al seno de la Iglesia Romana a todas las Iglesias separadas.

¡Oh, Espíritu Santo, que eres el Amor, piedad de tanta mediocridad y de tantas almas que se pierden! Haz que rápidamente suceda aquello que David profetizaba diciendo: “Manda Tu Espíritu!”. Haznos nuevas criaturas, y así renovaras la faz de la tierra. A partir de esta consoladora profecía, unidos en oración, como nos enseña la iglesia, con plena confianza repetimos: ¡Envía Tu Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la Tierra!

Rezamos las siguientes oraciones:
·       Padre Nuestro
·       Ave María
·       Gloria
·       Canto del Espíritu Santo

En esta novena, la Beata recomendaba que sea cantado el Veni Creator.

+Que el Señor nos bendiga,
+Nos guarde de todo mal;
+Nos conduzca a la vida eterna.
Amén.


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