domingo, 13 de mayo de 2018

Novena Pentecostes - El Espíritu Santo nuestro consolador - Día 3


TERCER DÍA
+ En el Nombre del Padre,
+ del Hijo
+ y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de Tu Amor.
¡Envía Tu Santo Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra!

Oremos: Dios que instruiste los corazones de Tus fieles con la luz del Espíritu Santo, haz que apreciemos rectamente todas las cosas, según el mismo Espíritu y gocemos siempre de Sus consuelos, por Cristo Nuestro Señor. ¡Amén!

Oración antes de la meditación

Divino Espíritu, que por la Iglesia eres llamado Creador, no solamente porque lo eres con relación a nosotros, criaturas; sino también porque moviendo en nuestras almas, santos pensamientos y afectos, creas en nosotros aquella santidad que es obra Tuya. Venga también sobre nosotros Tu benéfica virtud, y mientras Te honramos con este devoto ejercicio, dígnate visitar con Tu Divina Luz nuestra mente, y con Tu Suprema Gracia nuestro corazón, para que nuestras oraciones suban agradables a Ti y del Cielo, descienda sobre nosotros la abundancia de Tus divinas misericordias. ¡Amén!

Meditación
El Espíritu Santo nuestro Consolador

Después del pecado original, la miserable descendencia de Adán sufre por el dolor, consecuencia no solo de aquel primer pecado, sino también de las obras cometidas por nosotros mismos. Ahora bien, el Espíritu Santo, que es Amor, no dejará sufrir a sus amados sin derramar sobre ellos muchísimos consuelos. Y es porque Él nos consuela, que la Iglesia Lo llama “Consolador Perfecto”, y posee para Él los más dulces nombres, como “Padre de los Pobres” “reposo en el cansancio”, “Dulce refrigerio”, “Alivio en el llanto”. Si bien es cierto que Él no nos quita de las manos aquel cáliz de amargura que debemos beber a semejanza del Salvador.

A pesar de todo, el Espíritu Santo, sabe mezclar su dulzura con nuestras amarguras en los dolores que nos vienen de parte de las criaturas, Él nos da el consuelo de Su gracia; en las desgracias, un dulce y tranquilo impulso para conformarnos. En cada sufrimiento, el Espíritu nos da un rayo de Su luz que nos hace entender que por detrás de aquel mal, existe un bien, y una voz de verdad que nos recuerda las eternas recompensas; y con Aquella voz de verdad, el alma atribulada es consolada por el Perfecto Consolador que a ella se entrega.

Si tenemos un Perfecto Consolador, ¿Por qué el mundo está repleto de afligidos? ¿Por qué en todas partes se derraman lágrimas y por qué se escuchan los gemidos de dolor? ¿Por qué se llega al suicidio? Infelizmente, debemos constatar que esos no conocen al Espíritu Santo, que es el Verdadero Consolador del hombre, porque el sufrimiento de ellos no posee consuelo.

Pero, ¿por qué eso sucede también entre los cristianos? La razón es clara: También entre los cristianos poco se conoce y menos todavía se honra al Espíritu Consolador. Pero, si vemos almas que en el sufrir se mantienen tranquilamente conformes, podemos muy bien decir que ellas están con el Espíritu Santo, y si vemos algunas que en medio de las tribulaciones pueden repetir como San Pablo que sobreabunda la alegría, podemos también decir que estas están llenas de Espíritu Santo y llenas de Verdadera Consolación.

Momento para meditación personal

ORACIÓN

Alma mía, frágil y mezquina, El Espíritu Santo hasta ahora no te llenó de todos los divinos consuelos, porque fue por ti poco conocido, menos honrado y rara y fríamente invocado.

Cuando la tristeza, el abatimiento, la melancolía y toda especie de dolor oprimían mi alma, Tú, Consolador Perfecto, esperabas de mi apenas un mirar, un suspiro, un lanzarte en filial confianza para derramarme en el seno de tus divinos consuelos. Perdona mi ignorancia y la falta de confianza con que te he tratado hasta ahora. En este momento te abro toda mi alma, Divino Consolador, y te prometo que en todos los dolores de esta vida, recurriré rápidamente a Tu Auxilio y no procuraré otro consolador sino a Ti, o Padre de los Pobres, Reposo en el cansancio, Alivio en el llanto.

ORACIÓN FINAL

Prometido y ansiado Consolador, Espíritu Santo, procedente del Padre y del Hijo, que escuchando la unánime oración de los discípulos del Salvador, fraternalmente reunidos en el Cenáculo, descendiste para consolar y santificar a la Iglesia naciente; muéstrate propicio a nuestras súplicas, reenciende Tu Divino Fuego en los corazones de los hombres. Haz resplandecer Tu Luz hasta los confines de la Tierra; llama nuevamente al seno de la Iglesia Romana a todas las Iglesias separadas.

¡Oh, Espíritu Santo, que eres el Amor, piedad de tanta mediocridad y de tantas almas que se pierden! Haz que rápidamente suceda aquello que David profetizaba diciendo: “Manda Tu Espíritu!”. Haznos nuevas criaturas, y así renovaras la faz de la tierra. A partir de esta consoladora profecía, unidos en oración, como nos enseña la iglesia, con plena confianza repetimos: ¡Envía Tu Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la Tierra!

Rezamos las siguientes oraciones:
·       Padre Nuestro
·       Ave María
·       Gloria
·       Canto del Espíritu Santo

En esta novena, la Beata recomendaba que sea cantado el Veni Creator.

+Que el Señor nos bendiga,
+Nos guarde de todo mal;
+Nos conduzca a la vida eterna.
Amén.

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