En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:"Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."
Algunos dicen que este discurso de Pablo a los atenienses fue crucial en su apostolado. Intentó convencerles a través de la razón, del discurso, del pensamiento, y, al no conseguirlo, desde entonces buscó otra forma de hablar y ya no se volvió a dirigir a los sabios de este mundo.
Pero la realidad no es esa, no ha sido esa en la historia de la iglesia. Desde aquellos primeros tiempos y sin solución de continuidad, la iglesia, los cristianos, se ha servido de todos los medios posibles para evangelizar. También de la razón. No podía ser de otra manera porque la razón es un don de Dios. La razón iluminada por el Espíritu nos ayuda a comprender mejor la buena nueva de la salvación, nos hace más cercano a Jesús, nos facilita entender sus motivaciones, sus palabras, sus acciones. Y todo lo que sea conocer mejor a Jesús nos ayuda a ser mejores seguidores suyos.
Pero es que, además, no se puede oponer la razón a la fe. No se puede pedir a las personas que renuncien a la fe si quieren creer. No creemos porque “es absurdo”. El Dios que nos ha regalado la razón y la inteligencia no nos pide que renunciemos a ella sino que la usemos al servicio del reino, al servicio de la fraternidad, de nuestros hermanos y hermanas. Mediante el uso de la razón y la inteligencia se han conseguido muchas cosas a lo largo de la historia que han facilitado la vida de las personas, desde la medicina hasta la ingeniería. Es verdad que la razón es susceptible de ser usada mal, como todo lo humano. Pero no es mala en sí misma. Depende de cómo se use. Orientada por el Espíritu, sirve al reino, sirve al Evangelio.
Aquellos atenienses no quisieron escuchar a Pablo. ¿Ninguno? No sabemos lo que quizá llegó al corazón de alguno de aquellos que le escucharon. Se dice que algunos se le juntaron y creyeron. Quizá en otros el primer rechazo dejó lugar luego a la reflexión. Quizá más tarde cambiaron de actitud. De hecho, la iglesia floreció en aquellas tierras, y aún hoy florece.
Lo que es claro es que, a la hora de evangelizar, la iglesia debe hacer el esfuerzo, como lo hizo Pablo, de adaptarse al lenguaje, al idioma, de los que escuchan. Nosotros no medimos los resultados como quien mide las ventas de una empresa porque no somos comerciales ni vendedores sino intermediarios respetuosos, facilitadores, que intentan allanar el camino para que cada persona se encuentre con el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.
Aristóbulo Llorente cmf
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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