Mis hijas, a Dios le agrada ver cuando le sirven a los pequeños niños, como también le agrada escucharlos cantar, incluso escuchar los pequeños gritos y sus quejas. Cada uno de esos gritos toca el corazón de Dios. Y ustedes, mis queridas hermanas, cuando, al escuchar sus gritos, los alivian sirviéndoles en lo que necesitan por el amor de Dios y por honrar la infancia de Nuestro Señor, ¿no agradan a Dios?, ¿Dios no es honrado del grito y de las quejas de esos pequeños niños? ¡Entonces ánimos, mis hijas! Amen el servicio a esos pequeños niños, por la boca de quienes Dios recibe una perfecta alabanza. No soy yo quién lo dice mis hermanas; es el profeta: «por la boca de chiquillos, de niños de pecho, tu alabanza es perfecta». Oh mis hijas, esto es entonces cierto pues la Santa Escritura lo afirma.
Miren cuan felices están ustedes al servir a estas pequeñas creaturas que le dan a Dios una alabanza perfecta y en la cual Dios es agradado, en cierta forma como lo son las madres para quienes su más gran consuelo es ver las pequeñas acciones de sus pequeños hijos. Ellas admiran y aman todo. De igual manera Dios, que es su padre, disfruta todas sus pequeñas acciones.
presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad
Entrevistas a las Hijas de la caridad, 7/12/1643
(Trad. ©Evangelizo.org)
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