lunes, 6 de agosto de 2018

Meditación: Marcos 9, 2-10

Hoy leemos el relato de la Transfiguración del Señor en el monte.

¿Por qué en el monte? Porque en la historia de Israel la realidad divina solía manifestarse en la cima de una montaña, y los discípulos reconocerían que algo extraordinario ocurriría allí.


En efecto, los apóstoles Pedro, Santiago y Juan subieron con Jesús al monte de la Transfiguración y allí el aspecto humano de Jesús se transformó en celestial, y ellos vieron el resplandor que emanaba de sus vestiduras. Ante los ojos de sus apóstoles más cercanos, el cuerpo humano de Jesús se transfiguró, como anticipo y garantía de lo que vendría más tarde.

Después de esta manifestación de la gloria de Jesús, los tres apóstoles se llenaron de un nuevo sentido de propósito y determinación; recibieron fortaleza para continuar con Cristo por el camino de la cruz. Así, habiendo visto la luz de la gloria, ellos podrían seguir al Señor sin importarles el costo.

Esta visión de Cristo tuvo precisamente la finalidad de infundir esperanza y valor a los apóstoles, a fin de que fueran capaces de enfrentar el futuro, que ciertamente les depararía grandes incertidumbres y dificultades. Ellos sufrirían tribulación y persecución; algunos serían encarcelados, flagelados y ejecutados. Semejante fidelidad a Jesús y a su misión sólo es posible para quien haya tenido una apreciación cada vez más profunda de la gloria del Señor.

Jesús reveló su gloria a los tres apóstoles, para que ellos caminaran fielmente hacia la cruz. A los fieles de hoy también nos permite vislumbrar su gloria con el mismo objetivo. Cuando empezamos a comprender la gloria del Señor, adquirimos fortaleza para seguirlo incluso hasta la cruz, donde podemos morir a nuestro antiguo yo y resucitar a la vida nueva, es decir, actualizar en la práctica la gracia del Bautismo.

El Espíritu Santo nos permite ver la gloria de Jesús en nuestro diario caminar a la luz del Evangelio, y lo hacemos cuando experimentamos la plenitud de su amor, su perdón y su abundancia; y participamos en ella cuando dejamos que nuestro ser interior sea transformado por su gracia, la que recibimos en la oración y en el servicio a Dios y al prójimo.
“Señor, Espíritu Santo, nosotros también queremos pasar tiempo en la presencia de Jesús. Te pedimos que nos manifiestes la gloria de Cristo para que, al verla, recibamos fortaleza para caminar con él, abrazar la cruz y recibir la vida nueva que él ganó para nosotros.”
Daniel 7, 9-10. 13-14
Salmo 97(96), 1-2. 5-6. 9
2 Pedro 1, 16-19
fuente Devocionario CAtólico La Palabra con nosotros

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