En la mañana un querido amigo, no sin dolor, me decía: “Miguel, mi corazón suplica a Dios por salir de un pantanal que no me deja crecer afectivamente”.
No hacían faltas más palabras.
El corazón de un amigo se conoce y cuando uno también ha experimentado estar sumergido en un pantanal sabe de qué estamos hablando.
La vida con sus laberintos, las experiencias marcantes del pasado, las decisiones mal tomadas, las decisiones que otros tomaron, la acción misma del malo sobre nosotros, muchas veces nos sumergen en territorios de ciénagas. En verdaderos lodazales en los que nos resulta imposible caminar, movernos.
¿Qué hacer?
¿Cómo continuar en medio de estas situaciones que parecen paralizarnos?
PRIMERO CONOCE TU PANTANO
Cada terreno tiene sus particularidades. Es preciso ponerle nombre concreto. Es necesario saber a qué nos estamos enfrentando. Algunos, aunque con sus peligros y dificultades, permiten dar pequeños pasos. Siempre estará latente el riesgo de resbalarnos, de tropezar, pero aún así, es posible caminar. Algunas veces podremos incluso vadear el lugar. Pero en muchas otras oportunidades el lodazal se transformará en CIÉNAGA.
Ya no existirán puntos de apoyo.
Es posible incluso quedarse atascado, inmovilizado. ¡Es necesario conocer el pantano!
¿Cuál es tu pantano espiritual? ¿Qué nombre tiene tu lucha, tu dolor, tu angustia?
Cierra tus ojos y reconoce: “Señor aquí estoy. Este soy yo. Aquí está tu hijo amado reconociendo el pantanal que lo hunde en la miseria más honda.”
SEGUNDO: CONOCE QUÉ AMENAZAS SE MUEVEN
Los pantanos son lugares, territorios donde conviven diversos tipos de acechanzas. Es territorio de serpientes. Es un lugar donde nada huele agradable. Es un espacio donde reinan las sanguijuelas.
Es preciso estar preparados para defenderse.
Es necesario tener todos los sentidos despiertos.
La gracia del Espíritu Santo siempre nos asiste. El ilumina nuestro intelecto, nuestro corazón y nos permite conocer como se mueve en nosotros y en el mundo el que es padre de la mentira, el acusador, el tentador.
Aprende a conocer y a conocerte.
Mira y vuelve a mirar cómo fue que volviste a sumergirte en tu pantano.
TERCERO: VÍSTETE Y CALZATE CONFORME LO QUE ENFRENTARÁS
Aquello que nos cubre, que nos protege siempre estará conforme al tiempo y al lugar. Podrías considerar caminar descalzo en algunos espacios pero, ¿entrarías sin protección en el reino de las alimañas?
Pablo nos habla de la ARMADURA DEL CRISTIANO. Vístete, cálzate urgentemente esa “armadura de protección” Revístete de la Gracia de la Palabra; Aliméntate con frecuencia del Pan que da Verdadera Vida; Que el Amor sea el óleo que te recubra.
CUARTO: NO CAMINES SOLO
La presencia cercana siempre será oportuna si algo no sale como lo habías previsto. La presencia de un amigo, de un buen compañero facilita la toma de decisiones, nos puede otorgar una mirada que nosotros no podíamos percibir.
Nosotros, hombres y mujeres del Camino, sabemos que somos un Cuerpo. Que nuestra fuerza se encuentra en esa íntima conexión fruto de la Gracia del Bautismo.
QUINTO: APRENDE A UTILIZAR TECNICAS ADECUADAS.
Si procuras caminar en un pantanal como si fuese tierra firme, si intentas dar un paso, tocar fondo firme y luego dar otro paso, muy probablemente veras que cuando quieras levantar uno de los pies la fuerza que precisas supera tus posibilidades. Será agotador.
La técnica es no esperar que ningún pie toque fondo, la técnica es levantarlo cuando aún es posible.
¡Mira tu pantano!
No esperes tocar fondo para procurar salir.
No esperes estar INMOVILIZADO para reaccionar.
SEXTO: NO ENTRES EN PÁNICO
Si empiezas a hundirte, no luches. Será en vano. Te hundirás con mayor rapidez.
Dicen los que saben que es preciso ponerse en posición de gateo para salir de una ciénaga, para salir de arenas movedizas. Será doloroso, porque nos ensuciaremos completamente. Ya no será apenas una parte la que se vea embarrada. Es probable que todo lo haya cubierto la mugre, pero la superficie que crea el cuerpo, distribuye el peso de manera más uniforme y permite salir.
Presta atención!
En la vida espiritual, en la vida de Fe, -como en un pantano-, debemos adoptar esa posición que es propia de los pequeños: el gateo.
Vuélvete un niño! Vuelve a gatear!
Y mientras lo haces recuerda, trae a tu corazón la Voz del Maestro diciendo: Dejen que los niños vengan a mi!
SÉPTIMO: APRENDE A QUITARTE LAS SANGUIJUELAS
Y cuando ya estés a salvo, cuando hayas logrado salir del atasco, aprende a quitarte las sanguijuelas que vienen prendidas! Es preciso una ducha profunda! Es grato volver a tener buen olor.
¿Cómo conseguirlo en el terreno espiritual?
¡Vuelve a la Casa!
Date un baño de Gracia. Recurre a la confesión.
Experimenta el baño sacramental, el que regenera.
Experimenta el Alimento de Vida que devuelve la fuerza perdida.
Y por último aprende a compartir tus luchas, tus técnicas, tus victorias. Somos muchos los que hemos vivido la experiencia de entrar en terrenos pantanosos y fueron las experiencias de otros quienes trajeron luz a nuestro caminar.
Dios te Bendice!
Miguel Angel Yunges
Comunidad Piedras Vivas.
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