jueves, 9 de agosto de 2018

Meditación: Mateo 16, 13-23

En 1942, cuando Edith Stein (hoy Santa Teresa Benedicta de la Cruz), vivía en un monasterio carmelita en Holanda (1942), los nazis la llamaron muchas veces a su cuartel general, donde sufrió prolongados y crueles interrogatorios, porque era de familia judía.

Los nazis la insultaban, la acusaban falsamente, amenazaban con torturarla a ella y a sus seres queridos. Hora tras hora trataban de quebrantarle el espíritu, ¡pero no pudieron!

En agosto de ese año, en represalia por la declaración de los obispos holandeses en contra de la política nazi que perseguía a los judíos de su país, los católicos de descendencia judía fueron arrestados y deportados. Cuando llegaron a arrestarlas, Edith le dijo a su hermana Rosa: “Ven, que vamos por nuestro pueblo.” Durante los siete días siguientes, padeciendo el tortuoso viaje hacia el campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, Edith fue capaz de infundir fortaleza y consolación a los que iban con ella, muertos de miedo porque sabían lo que les esperaba al final del viaje.

Santa Teresa Benedicta murió en la cámara de gas de Auschwitz el 9 de agosto, y sus restos fueron cremados junto con los de miles de otras víctimas que perecieron ese día. Muchos fueron los relatos que contaron posteriormente los sobrevivientes y testigos de los últimos días de Edith: relatos de su paz y su compasión por los que sufrían junto a ella, y de su capacidad para soportar el aciago destino que se le señalaba.

La vida de Edith Stein es un ejemplo de que las palabras de Jesús no se limitaban sólo a los cristianos del siglo I. Todos los creyentes que se esfuerzan por difundir la voluntad de Dios tienen experiencias similares. En efecto, todas las pruebas que sufrimos los cristianos, grandes o pequeñas, son señales de la realidad efímera de este mundo y de la naturaleza estable e inmutable del mundo venidero, una realidad de esperanza, paz y gozo, valores que son totalmente opuestos a los razonamientos y planes de quienes se dejan arrastrar por lo temporal y lo finito del mundo.

En ninguna época han faltado señales que apunten hacia los tiempos del fin. En todas las edades, la Iglesia ha sufrido persecución, ya sea interna o externa. En cada época ha habido relatos de héroes como Edith Stein, y también de cosas como las que enfrentamos nosotros cada día.
“Amado Jesucristo, Señor Nuestro, permítenos tener el valor y la serenidad de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, para dar un claro testimonio de fe en toda circunstancia.”
Jeremías 31, 31-34
Salmo 51(50), 12-15. 18-19
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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