«Estos son los grandes ídolos: éxito, poder y dinero. ¡Estas son las tentaciones de todos los tiempos! Esto es lo que es el becerro de oro: el símbolo de todos los deseos que dan la ilusión de libertad y en su lugar esclavizan… Nosotros, los cristianos, volvamos nuestra mirada a Cristo crucificado (cfr Gv 19,37), que es débil, despreciado y despojado de toda posesión. Pero en Él se revela el rostro del Dios verdadero, la gloria del amor y no del engaño brillante. Isaías dice: “Hemos sido sanados por sus heridas” (53,5). Fuimos curados precisamente por la debilidad de un hombre que era Dios, por sus heridas. Y desde nuestras debilidades podemos abrirnos a la salvación de Dios. Nuestra recuperación proviene de Aquel que se hizo pobre, que aceptó el fracaso, quien ha llevado nuestra precariedad hasta el final para llenarla de amor y fortaleza. Él viene a revelarnos la paternidad de Dios; en Cristo nuestra fragilidad ya no es una maldición, sino un lugar de encuentro con el Padre y la fuente de una nueva fuerza desde arriba»
Francisco
Audiencia General 08-08-18
Viñeta: Leonan Faro
No hay comentarios:
Publicar un comentario