“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24)
“Un hombre cogió un grano de mostaza y lo echó en su jardín; creció y se hizo un gran árbol, y los pájaros del cielo se cobijaban en sus ramas.” Busquemos a quien se aplica todo esto… Yo creo que la comparación se aplica exactamente a Cristo nuestro Señor el cual, naciendo en la humildad de la condición humana, como un grano, al final sube al cielo como un árbol. Cristo, destrozado en su Pasión, es el grano; y llega a ser un árbol en la resurrección. Sí, es también un grano cuando, hambriento, sufre la falta de alimento; es un árbol cuando, con cinco panes, sacia a cinco mil personas (Mt 14,13s). Allí soporta la desnudez de su condición humana, aquí esparce la saciedad por la fuerza de su divinidad.
Diré que el Señor es grano cuando es golpeado, despreciado, injuriado; es árbol cuando devuelve la vista a los ciegos, resucita a los muertos y perdona los pecados. Él mismo reconoce que es grano: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere…” (Jn 12,24)
obispo
Sermón 25; Pl 57, 509s
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