No existe día alguno en que nosotros, hombres y mujeres en camino, no experimentemos algún tipo de tensión interior propia del que procurar llegar a la meta.
Es que existe una brecha entre aquello que estamos llamados a ser y lo que aún está siendo edificado en nosotros y en nuestro derredor.
¡Acaso no te sientes remando contra corriente?
¡De eso estoy hablando!
Del cansancio del ir contracorriente y del desencuentro, de la escisión de la que muchas veces se reviste nuestro andar. De la pugna a la que somos lanzados sin haberlo querido.
Existen algunos engaños que debemos develar. El primer engaño es presuponer que todo ocurre porque aquellos que marchan a nuestro lado, a la par, obran con mala intención y esa es la única raíz de nuestra tensión. En esta idea radica una de las causas de sufrimiento.
Un segundo engaño es presuponer que todos obran con recta intención.
En esta idea también radica la causa de muchos sufrimientos.
Ni lo uno, ni lo otro.
Ó mejor aún, algunas veces acontece de un modo, otras veces de otro.
Todos somos seres en construcción.
Algunos procurando edificar la vida desde el Corazón de Dios. Otros, en cambio, desde valores pura y exclusivamente humanos y, en el peor de los casos, sin considerar valores algunos; Sin plantearse ni lo uno, ni lo otro. Simplemente viviendo cómo mejor convenga.
Una cosa sí es cierta: “el príncipe del mundo” nos enfrenta diariamente. Nos sumerge en contiendas, pleitos, desavenencias. Quiere jugar con nosotros porque sabe que la gran pelea ya está ganada.
“Hijo mío, te ruego: vigila, sé sobrio, para conocer a aquellos que tienden trampas contra ti. El espíritu de la maldad y el de incredulidad suelen caminar juntos; el espíritu de la mentira y del fraude caminan juntos; el espíritu de la avaricia, el de la codicia y el del perjurio, aquel de la deshonestidad y el de la envidia caminan juntos; el espíritu de la vanagloria y el de la glotonería caminan juntos; el espíritu de la fornicación y el de la impureza caminan juntos; el espíritu de la enemistad y el de la tristeza caminan juntos” (San Pacomio)
Entonces, ¿qué debo hacer?
Una buena enseñanza nos la dejó San Pablo:
“Examina todo, quédate con lo bueno”
Lo segundo es tener siempre presente La Palabra.
Graba este oráculo que hoy el Señor nos presenta:
“Te harán la guerra,No podrán contigo,Pues contigo estoy Yo,-oráculo del Señor-, para salvarte”
Miguel Angel Yunges
Comunidad Piedras Vivas.
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