En el Evangelio de hoy, San Marcos relata la curación del ciego Bartimeo, pero también enseña muchas cosas más acerca de Jesús, usando un elocuente simbolismo al describir esta curación, y se da el trabajo de explicar que lo que el ciego recibió fue mucho más que la vista física.
Al principio, Bartimeo tenía una idea de quién era Jesús, por eso lo llamó “Hijo de David” y “Maestro”. Pero cuando Jesús le devolvió la vista, el ciego finalmente pudo “ver” al Señor y su nueva capacidad lo movió a seguir a Cristo “por el camino” hacia la cruz. Inicialmente, Bartimeo buscó a Jesús para que lo curara de la ceguera, lo que denota que su fe le bastaba para pedirle ayuda al Señor. Pero al reconocer quién era Jesús, se sintió impulsado a seguirlo. La gente no veía más que al hijo del carpintero, pero Bartimeo había llegado a “ver” a su Salvador majestuoso y esto le transformó la vida en forma radical.
Jesús es mucho más glorioso de lo que podemos apreciar en nuestra condición natural no iluminada. Sus atributos divinos de amor, majestad, poder y misericordia son infinitamente superiores y más admirables que lo que podemos imaginarnos; por eso necesitamos adquirir el hábito de pedirle al Espíritu Santo que nos muestre a Jesús cada vez con mayor claridad y aprender a confiar en el Espíritu, para recibir la fortaleza de Dios, que es más poderosa que nuestra capacidad de creer.
El episodio de Bartimeo plantea varias interrogantes de peso. ¿Considera usted que Jesús es una especie de “póliza de seguro” que sirve para cubrirse en caso de que realmente haya cielo e infierno? ¿O se da cuenta de que necesita la salvación y la curación que el Señor trae para todos? ¿Reconoce usted que Cristo es un Salvador poderoso que puede cambiar su vida? Bartimeo estaba decidido a encontrarse con Jesús; por eso lo llamó repetidamente, incluso contra los deseos de quienes trataban de hacerlo callar. Seamos todos como este ciego; ¡esperemos lo mejor e invoquemos el nombre del Señor! Jesús, si ve en nosotros esta expresión de fe, nos permitirá ver claramente la realidad.
“Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, te doy gracias por darme ojos para ‘ver’ a Cristo, mi Señor.”
Jeremías 31, 7-9
Salmo 126(125), 1-6
Hebreos 5, 1-6
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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