Lucas 13,18
Las parábolas era medios que utilizó el Señor para estimular el pensamiento y la reflexión porque movían a los oyentes a considerar un tema desde diversos puntos de vista y ver cómo podía su propia vida relacionarse con él.
Después de varios capítulos en los que describe el Reino de Dios y el significado del camino cristiano, San Lucas resume las ideas en dos parábolas, una sobre la semilla de mostaza y otra sobre la levadura. Estas parábolas vienen después de varios episodios en que Jesús sufre un rechazo cada vez mayor.
A la luz de esta oposición, Jesús invita a sus discípulos a considerar el Reino de Dios con una perspectiva global: “Es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo, y que crece hasta llegar a ser como un árbol, tan grande que las aves se posan en sus ramas… Es como la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para hacer fermentar toda la masa.”
Estas ideas evocan la sencillez de los comienzos del Reino, cuando fue anunciado por primera vez por un carpintero desconocido a un insignificante grupo de trabajadores. No obstante, de tan modestos orígenes, el Reino infinito de Dios ha irrumpido en nuestro mundo humano, el mundo del tiempo y el espacio. Pese a la oposición, el Reino de Dios continuará presente en la tierra hasta que Cristo Jesús regrese en toda su gloria.
El Señor dio instrucciones a sus discípulos para que aplicaran las parábolas a nivel personal. Miradas de esta forma, vemos que hasta las cosas pequeñas que hacemos para vivir en la presencia de Dios pueden tener efectos poderosos.
¿Quién habría pensado, por ejemplo, que la frágil Francisca Javiera Cabrini iba a fundar una orden religiosa que ayudaría a innumerables pobres en hospitales, orfanatos y escuelas en los Estados Unidos y en todo el mundo? Pero Dios usó la fe de esta joven religiosa, como la semilla de mostaza y la medida de levadura, para realizar una maravillosa obra de amor. Lo que Jesús enseña es que el Reino de Dios comienza modestamente en el corazón del creyente, pero puede crecer hasta ser una fuerza capaz de transformar el mundo entero.
“Señor, tú no pones límites a lo mucho que puede crecer tu Reino. Concédeme, Señor, la gracia de ver que tu Reino venga a mi vida y a la de mis seres queridos.”
Efesios 5, 21-33
Salmo 128(127), 1-5
fuente: Devocionario Católico La Palabra con Dios
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