Recoge tu día.
Vuelve a pasar por el corazón lo vivido y agradece al Señor lo que hoy te regaló. ¿Quién necesitó de tus manos, de tu palabra, de un abrazo, de tu sonrisa, de tu presencia? ¿A quién le hizo falta hoy que fueras el rostro de Dios? ¿Pudiste hacer presente a Dios en la vida de otros? Ofrece tu vida y disponte a servir mañana tus hermanos.
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